martes, 21 de abril de 2020

Ay por favor, qué historia tan sangrienta la de la chica que va a la escuela y se corta la cara con una Gilette, sí, así dice.  "Gilette".  Para el que no recuerda, o para los más chicos, era una marca de unas hojas de afeitar muy eficaces, que se usaban para todo, eran los cutters de otra época sólo que más incómodos porque sólo servían para las máquinas de afeitar, que eran unos dispositivos en el que encajaban perfectamente si uno giraba un tornillo en el mango y las disponía en la parte superior lugar en el que precisamente debían ir.  Uno después ajustaba el tornillo y listo, quedaban ahí y se podían usar tranquilamente para afeitarse la cara o lo que fuera.  Y duraban un montón, seguramente, digo porque no alcancé a usarlas.  Ya habían casi pasado de moda, estaban entrando las otras las nuevas, esas, que si bien eran de la misma marca, tenían el mango plástico y las micro hojas de afeitar venían en pares así mientras una cortaba la otra iba repasando y la cortada "era perfecta" tal como decía la publicidad.  Todo muy lindo, y todavía siguen vendiendo de estas en los múltiples modelos que puede ofrecer el mercado que debe haber unos cuantos, y de distintas marcas.  Las últimas hasta traen una almohadilla con líquido lubricante, que bueno, se vuelve líquido al contacto con el agua eso está claro.  Siempre las he usado para afeitarme excepto cuando me regalaron una máquina eléctrica con tres rodillos que se ajustan al contorno de la cara y van dándole la forma al corte y uno tiene que limpiar cada tanto las cuchillas porque el pelo va alojándose ahí, y si no lo limpiás manso lío se le arma a las cuchillas.  Eso es, claro mucho más seguras para la gente.  Ya no andan tajeándose con la gilette porque claramente es imposible, con estos métodos cortarse o hacerse daño es imposible.  (Esperá que corrijo la palabrita gillette que me parece que va con dos "l" y dos "t".

Y es así, la historia esa que te decía arranca con una chica cortándose la cara con una de aquellas, en el baño y no mostrando el más mínimo atisbo de dolor, una locura, además con el daño que te produce un corte en la cara, arruinando el aspecto para siempre, te quedás con una cicatriz ahí, con qué necesidad, pero bueno es un cuento de terror, y tiene que empezar así, no queda otra, si no empecemos con una chica bordando un regalito para el sobrino y todos tranquilos, pero no, esta historia aunque pequeña tiene que empezar así con algo de dolor, sufriendo, para que duela leerla, para que a uno lo conmueva y le movilice algo por lo menos, que si no seguimos girando en este mundo como si nada pasara, como si la vida fuera lo que le pasa a otros, y así es inaguantable.  Ya demasiado tenemos con la tele, que te muestra historias fantásticas que le pasan a otros.  Porque no se termina en lo que muestra, digo en la historia fantástica esa que le pasa al tipo, no.  También después te muestra lo genial que es haber sido un actor o actriz de renombre y alcanzar cierta fama, eso también.  Es decir, vos quedás como un energúmeno inservible y bueno para nada, mirando el pasto que tenés que cortar y hacelo prolijo porque si no, vas a tener problemas te van a hacer sacar de nuevo la cortadora y hacerlo bien, emprolijar lo que hace  falta y tirar a la basura esas ganas de vivir una vida que se destaque por algo bueno, descomunal que te haya pasado alguna vez, ni hablar de besar a la chica bonita, ni cosa que se le parezca, eso tampoco, o sea una penuria que más allá de lo económico, está centrada en hacerte más amargo los tragos de todos los días, o sea la tele te humilla, te pudre la cabeza y uno ahí sentadito dejando que lo haga tranquilamente, sin quejarse sin hacer nada.  Menudos idiotas somos a veces, qué tanto más tenemos que permitir y ni te cuento ahora con las series tan de moda en los canales digitales, una auténtica maravilla.

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