lunes, 17 de enero de 2022

 Volvamos al principio, recordemos viejos tramos de la historia familiar esa que nos deja helados de pronto cuando recordamos fotos de amistades pasadas, olvidadas y que ya no están, por la distancia, por el tiempo o por la serena muerte que va haciendo su trabajo.  Volvamos decía, a cuando éramos niños y recordemos los juegos los amigos, la infancia.  La superior instancia de la vida, esa que no pretende de nosotros más que la alegría.  Que vivamos así, siempre, motivados por la energía de un nuevo juego que hay por delante con nuestros vecinos, nuestros queridos amigos que seguro van a pasar a buscarnos a la tarde, para alguna peleita, o un partido de fútbol sin más reglas que una pelota dentro de un arco.  Punto.  Cosas así, que me vienen a la memoria de repente, como mi amigo ese que insistía en seguirme los pasos cuando quería ubicarme allá arriba en lo alto de los alumnos que cursaban ese año, y discutíamos por cosas intrascendentes.  Y él siempre ganaba, hasta que una vez no aguantó más la presión y se comió una ñapi, un buen upper-cut que lo dejó tendido buscando aliento quién sabe de quién.  

No lo iba a permitir, no señor, eso tenía que tener un acabóse, hasta cuándo sino, hay cosas que como dicen, un límite les pido.  No se trata de paciencia, sino más bien de dejarse ir, alejarse lenta e implacablemente, como quien ve el demonio pero sabe que al mínimo movimiento será para llamar su atención y eso definitivamente no conviene.

Movámonos sigilosamente.  Seamos cuidadosos en extremo, no tengamos la debilidad de mostrarnos tal cual somos delante suyo, porque eso precisamente es lo que busca, eso es lo que está esperando de nosotros para hacer sus movimientos, es francamente espantoso y obsceno.  Prefiero morirme ahí mismo que dejar espacio para que entre en mi casa y destruya todo, no me interesa en lo más mínimo su amistad ni su compañía, prefiero esta soledad absurda, mirá lo que te digo, a tener el más mínimo roce con esa persona.

sábado, 15 de enero de 2022

 Así es -me escribió en una nota-, soy boluda me parece porque no traje más que unas medias en mi mochila, cuando en realidad pienso quedarme por aquí más de un mes.  Tendré que comprar ropa o andar en bolas por el departamento alquilado mientras se lava lo que llevo puesto, y ya de imaginarla así rompiendo los esquemas incluso antes de llegar, me llenó de exitación como siempre que se tratara de ella.  Todas las veces anteriores sucedió similar: ella sugiriendo en sus notas que va a tener que estar desnuda en alguna situación no buscada, sino simplemente obligada por algo, que está así de pronto por consecuencia de alguna infortunada decisión que puede no estar ocasionada por ella, de pronto.  En esto quedamos, la última vez.  

Sin embargo, esta vez no se si podré ir a visitarla porque bueno ya sabemos, tengo mis compromisos, y más si la invitación es claramente una invitación a tener sexo.  Si viene de viaje y sin ropa, qué me espera apenas entrar en esa habitación, convengamos que no será revisar fotos viejas o censurar partes de los libros que viene leyendo en el autobus, como hacíamos cuando jóvenes, por pura diversión en especial los que nos prestaban en la biblioteca, porque era nuestra máxima locura del día borronear las partes calientes de los libros que sabíamos iban a parar a manos de conocidos de la facultad, esos que se entretenían leyendo escenas de alto contenido erótico de libros escritos por escritores famosos.

Fue una disculpa sincera y breve: no voy, le dije, porque tengo que enmarcar unos cuadros que trajimos de San Rafael en el último viaje y tengo para rato, así que disculpame será otra vez, no te niego que me quedo con las ganas de salir pero este calor la verdad me pone estúpido y sólo tengo ganas de estar bajo el aire acondicionado de mi living, arreglando algunas cosas y pegando con cola esos cuadros que ya están bastante rotos por el paso del tiempo y las sucesivas mudanzas, otra vez será.  Quizás, cuando viaje yo, esperame allá, que pronto seguro te caigo.

martes, 11 de enero de 2022

 Apareció de pronto un agudo malestar en la mano izquierda que claramente no me esperaba a esta hora de la mañana pero así de rápido como apareció, también se fue.  Lo olvidé también así tan rápido que no recuerdo ahora en qué parte de la mano, si cerca del pulgar o en el extremo del dedo meñique, lo cierto fue que la molestia aceleró mis ganas de tomar café porque todavía siendo las 10 de la mañana, no había desayunado.  Entonces, empecé también a pensar en que no hay café.  Tengo que comprar y eso es lo próximo que haré en mi salida matutina por estos días, aquí en Mendoza donde resido hace unos años, ciudad que me abrió sus brazos afortunadamente, después de una salida confusa de mi San Rafael natal, donde viví hasta los treinta años.  Después de eso, un viaje por toda latinoamérica no podía sino ser la apertura ideal al conocimiento del mundo que nos rodea, no es bueno -dicen-, quedarse con lo poco que uno conoce de su barrio y alrededores no señor, mejor si se pueden conocer los países limítrofes aunque sea, y así sucesivamente con los siguientes mientras sea posible.  Llegué en moto recuerdo a una pequeñita ciudad de Perú donde me esperaba mi amigo, estuvimos conversando por más de una hora y fue placentero y alegre.  Me mostró el barrio donde vive con sus callecitas empedradas y las paredes viejas de adobe, pintadas con colores dándole un dramatismo y alegría más destinadas a sorprender al turista que a darle armonía al paisaje, aún así, me resultaron fantásticas.  Dignas de una película de Almodóvar.  Puedo decir confiadamente que es una ciudad donde viviría, lo siento enseguida en el pecho cuando llego a un pueblo nuevo donde la gente me muestra su rostro amigable o duro y ya me quiero ir.  No fue este el caso, terminé tomando un cafecito en una fonda oscura y gris, encantadora, que me sirvieron el más rico café peruano claramente recién molido y a mi gusto.

No viene a cuento de nada sólo comentar que las compras del día a veces se parecen a una aventura cuando nos internamos en la selva de asfalto para volver a casa con apenas una chuchería para arreglar el baño, que se rompió ayer, y no queda más remedio que meterle mano porque para qué vamos a llamar a alguien por una zoncera similar, no da.  Apenas llegué me encontré con un mensaje del encargado diciendo que abren aquí cerca una pileta bastante popular, con precios más que accesibles, donde podemos pasar la tarde con estos calores agobiantes.  No implica que uno vaya a salir de inmediato a buscar dónde quedarse a pasar la noche, si puede hacer eso, buscar una pileta cercana que no cobre muy caro y listo a zambullirse.  Veremos qué se consigue.

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...