lunes, 10 de abril de 2023

 La mañana se presentó bastante agradable, más bien tirando a fresca en San Rafael, pero todos en su mayoría concurrieron al trabajo.  Menos él, que tenía cosas que hacer, dijo.  Leer, en primer término el nuevo contrato de alquiler.  Revisar, después, el estado del cerco perimetral y controlar que no hayan bichos nuevos.  Los de siempre serán tenidos en cuenta por el jardinero, dijo.  Sonó su teléfono. Era el jefe.  Había que mover cientos de expedientes de lugar, como quien saca la basura en su casa y la lleva a un depósito de chatarra para ser depositada ahí hasta nuevo aviso, mientras hace lugar en la habitación.  Todo eso, por el mismo precio.  No había justicia en este mundo, todos navegaban en internet menos él.  Todos estaban contentos por la llegada del nuevo menos él, que sería quien tendría que prestar su computadora.  Todos estaban ansiosos por la llegada del nuevo, menos él que tenía que ceder como de costumbre a los caprichos de los otros que decían: se ha aislado nuevamente.  No responde los llamados ni nada.  El celular no hace otra cosa que gritar ahí su espanto y él, nada. 

Fue y compró una docena de facturas y las puso ahí, a disposición de todos para que se sirva quien quiera.  Sin embargo, alguien fue y retiró ocho dejando el peladero.  Ya estaban nerviosos querían saber quién había sido.  Estaban angustiados porque si algo así era posible de suceder, qué nos esperaba en adelante.  Todos enterados de la situación, tenían que resolver y actuar en consecuencia.  Era difícil.  No quería que esto pasara, no otra vez.  Pero estaba ahí y era él quien tenía que hacerse cargo.  No había nadie más en el lugar, ni cámaras que atestiguaran lo que sucedía en la cocina cuando se iban todos.  Sería más barato que un sanguche. 

Revisó su correo y ahí estaba.  Era la acreditación para el ingreso a la oficina.  Estaban todos contentos con su llegada, menos ella.  Había puesto cara de mala, la conocían bien.  No hizo más que poner un pie en la oficina y ella empezó a patear al piso, con gesto de delincuenta.  La quisimos de inmediato.  Recordamos lo que pasaba antes, cuando los que venían de afuera eran tratados con sangre en las manos, en la ropa, en los labios.  Morder ahí, era posible.  Y eso querían todos.

Encontró el password y eso le hizo sentir útil, una vez más.  En cuanto pudo, se fue a caminar.  Dejó de lado lo que había hecho hasta ahora. Empezó por socavar su espacio, lentamente, buscando rechazar lo que había hecho hasta el momento. Pero fue imposible, estaba bien preparado, había hecho lo que hay que hacer: estudiar y ser consecuente con sus ideas. Lo que no estaba del todo bien, era que no le daban ni bolilla.  Estaba dándolo todo y sin embargo se encontraba con un hermetismo imposible de romper y eso le provocaba angustia y tristeza.  ¿Por qué, si él había intentado todo para ser agradable, para ser alguien en su vida y conversar, al menos conversar?  Pero no, recibía un silencio que le calaba el alma, ese frío invernal que conmueve al espíritu. 

Se levantó al fin de su silla.  Fue al baño y al regresar intentó cruzar una palabra con el ortiba del jefe.  Ese que siempre está molestando con peticiones insoportables, llenas de ego donde lo único que importa es satisfacer las inquietudes de ese ego inflado y lleno de suberbia, tal como lo señala su esposa en cada enfrentamiento.  Están separados.  Hace años.  Y las últimas reuniones eran por la tenencia de los hijos y, por supuesto, por la tenencia de la antigua máquina de escribir Olivetti que habían decidido transformar en un botín de guerra.  

Pero siguen frente a frente, bajo la tutela y el amparo protector de un abogado que hace las veces de mediador.  Están juntos, inseparables, al final.  Todo parece arreglarse hasta que de pronto estalla la más mínima chispa y se enciende de nuevo la impiadosa vanidad que destruye todo alrededor. Están cansados, lo dijo él, pero siguen porque no tienen dinero, que si no.  Otro sería el cantar. 

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...