viernes, 17 de noviembre de 2023

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, tendremos viento zonda de manera que lo que se viene es aleccionador, para algunos.  Tendremos  que mirar hacia adelante otra no queda.  Después, mirar hacia el pasado y sentir que lo que hicimos tuvo algún sentido quizás oculto, quizás extraño. 

Llegó enojado, con el ceño fruncido y lo peor es que ni sabe que está enojado.  Lo oculta para sí y para los demás, evita tomar contacto con esas emociones no quiere reconocerlo, oculta su rostro para que los demás no se enojen.  ¡Pero que se enojen! Que no se disgusten.  ¡Pero que se disgusten! Toda su vida pretendió ser alguien que no era dejando de lado sus verdaderas intenciones, sus gustos, lo que pensaba.  Y así, en una actitud temeraria, volcaba sus frustraciones en cada relación, en cada vínculo que se acercaba.  Estaban ya convencidos que de pegarle hasta matarlo, él lo agradecería.  ¿Y por qué actuaba así?  Era incapaz de hacer lo que le sugerían.  Eso de sentarse con alguien a conversar pidiendo nuevas condiciones laborales no estaba siquiera en sus más remotos planes.  Hoy, alguien se lo sugería y ya salía corriendo a pensar que era la solución.  Todo lo que le decían que hiciera, él estaba dispuesto a coronar la semana haciendo caso.  Y si no, al menos a angustiarse por la idea. 

Le dijo lo que pensaba, ni más ni menos.  Se quedó mudo.  No habló una sóla palabra más en toda la mañana.  Tiró al piso su celular, en señal de disconformidad evidente, mientras se puso a verificar que su computadora nueva funcionara bien.  Quienes estaban a su alrededor no entendían la maniobra, lo miraban de reojo de vez en cuando buscando una respuesta o un gesto de desquicio, algo.  Se lo notaba nervioso tal vez apurado.  Se venía el evento del año, ese en el que todos se encuentran para celebrar los logros anuales y no estaba entusiasmado con la idea de participar.  Lo que pasaba cada vez que hacía flan en microondas, lo tenía perplejo.  Asustado.  Inerme.  Impotente.  Los demás, acusaban al resto de no ocuparse, como si fuera tan fácil.  El, subía los estados.  Esa era su tarea.  

lunes, 10 de abril de 2023

 La mañana se presentó bastante agradable, más bien tirando a fresca en San Rafael, pero todos en su mayoría concurrieron al trabajo.  Menos él, que tenía cosas que hacer, dijo.  Leer, en primer término el nuevo contrato de alquiler.  Revisar, después, el estado del cerco perimetral y controlar que no hayan bichos nuevos.  Los de siempre serán tenidos en cuenta por el jardinero, dijo.  Sonó su teléfono. Era el jefe.  Había que mover cientos de expedientes de lugar, como quien saca la basura en su casa y la lleva a un depósito de chatarra para ser depositada ahí hasta nuevo aviso, mientras hace lugar en la habitación.  Todo eso, por el mismo precio.  No había justicia en este mundo, todos navegaban en internet menos él.  Todos estaban contentos por la llegada del nuevo menos él, que sería quien tendría que prestar su computadora.  Todos estaban ansiosos por la llegada del nuevo, menos él que tenía que ceder como de costumbre a los caprichos de los otros que decían: se ha aislado nuevamente.  No responde los llamados ni nada.  El celular no hace otra cosa que gritar ahí su espanto y él, nada. 

Fue y compró una docena de facturas y las puso ahí, a disposición de todos para que se sirva quien quiera.  Sin embargo, alguien fue y retiró ocho dejando el peladero.  Ya estaban nerviosos querían saber quién había sido.  Estaban angustiados porque si algo así era posible de suceder, qué nos esperaba en adelante.  Todos enterados de la situación, tenían que resolver y actuar en consecuencia.  Era difícil.  No quería que esto pasara, no otra vez.  Pero estaba ahí y era él quien tenía que hacerse cargo.  No había nadie más en el lugar, ni cámaras que atestiguaran lo que sucedía en la cocina cuando se iban todos.  Sería más barato que un sanguche. 

Revisó su correo y ahí estaba.  Era la acreditación para el ingreso a la oficina.  Estaban todos contentos con su llegada, menos ella.  Había puesto cara de mala, la conocían bien.  No hizo más que poner un pie en la oficina y ella empezó a patear al piso, con gesto de delincuenta.  La quisimos de inmediato.  Recordamos lo que pasaba antes, cuando los que venían de afuera eran tratados con sangre en las manos, en la ropa, en los labios.  Morder ahí, era posible.  Y eso querían todos.

Encontró el password y eso le hizo sentir útil, una vez más.  En cuanto pudo, se fue a caminar.  Dejó de lado lo que había hecho hasta ahora. Empezó por socavar su espacio, lentamente, buscando rechazar lo que había hecho hasta el momento. Pero fue imposible, estaba bien preparado, había hecho lo que hay que hacer: estudiar y ser consecuente con sus ideas. Lo que no estaba del todo bien, era que no le daban ni bolilla.  Estaba dándolo todo y sin embargo se encontraba con un hermetismo imposible de romper y eso le provocaba angustia y tristeza.  ¿Por qué, si él había intentado todo para ser agradable, para ser alguien en su vida y conversar, al menos conversar?  Pero no, recibía un silencio que le calaba el alma, ese frío invernal que conmueve al espíritu. 

Se levantó al fin de su silla.  Fue al baño y al regresar intentó cruzar una palabra con el ortiba del jefe.  Ese que siempre está molestando con peticiones insoportables, llenas de ego donde lo único que importa es satisfacer las inquietudes de ese ego inflado y lleno de suberbia, tal como lo señala su esposa en cada enfrentamiento.  Están separados.  Hace años.  Y las últimas reuniones eran por la tenencia de los hijos y, por supuesto, por la tenencia de la antigua máquina de escribir Olivetti que habían decidido transformar en un botín de guerra.  

Pero siguen frente a frente, bajo la tutela y el amparo protector de un abogado que hace las veces de mediador.  Están juntos, inseparables, al final.  Todo parece arreglarse hasta que de pronto estalla la más mínima chispa y se enciende de nuevo la impiadosa vanidad que destruye todo alrededor. Están cansados, lo dijo él, pero siguen porque no tienen dinero, que si no.  Otro sería el cantar. 

miércoles, 22 de febrero de 2023

Nada

 Un gato grande, eso debería buscar.  Pero cómo saber si se volverá grande o no, y digo que el tamaño importa porque después tendrá que pasar por la ventanuca que le dejamos abierta todos los días para que salga y de una vuelta por la vereda, así se distrae un poco y no se pone tan intenso en casa lo queremos grande decía porque es más adecuado para acariciar, tenés más piel y coso.

Lo que vimos ayer nos conmovió: uno que cuidaba la ventana de su casa y salió a recibirnos pero con mucha cautela, se escondió detrás de una baranda y allí estuvo el rato que duró nuestra recorrida por el barrio.  Dimos un par de vueltas a la manzana y después de discutir sobre la conveniencia o no de pasar por esa ventana, llegamos a casa cansados pero contentos de haber hecho ejercicio otra vez.  La enfermedad nos tuvo atrapados un tiempo en casa, sin poder caminar algo que disfrutamos siempre.  Alquilamos un auto y así nos fue. 


lunes, 6 de febrero de 2023

Poema

 Seré sincero esta vez recordar

Lo vivido intensamente es fácil

lo dicen todos de una vez

Hay que soltar dejar ir

Uno acompaña, qué diablos para qué

Si al final termina tendido

En una cama matrimonial cubierto 

De las más espléndidas estrellas 

Que uno quiera imaginar 

Aquí también seré sincero 

No hay noche que no la sueñe 

para vos será fácil no sé 

en cambio para mí, una tortura.


martes, 22 de noviembre de 2022

Poema

 Fundirse en uno estimula

cierta pereza intrínseca que disuelve

la llama pobre del estilo

sufrir lo que viene 

estibar rosas a lo largo 

transitando en lo alto

un augurio de paloma que vuela

bajo sin derramar una sola gota

sensatez qué difícil hallazgo

aniquilado en vida soy,

muero como decía en lo alto

al mismo tiempo recibo y sueño


lunes, 3 de octubre de 2022

Poema

Empieza como trueno y atraviesa la tarde
Silenciosa y taciturna
Deseamos convalecer a su lado
Demorar esa espera
Quedarnos quietos calientes
Mirando la nada como si
Hubiera un mañana
Es inaudito nadie dura tanto
En esas condiciones
En su lugar ya me hubiera ido
Cómo hace
Espera como un animal
Sin despertar sospechas
Un familiar recorre la tarde
Montado en un café.

lunes, 18 de julio de 2022

Borracho

 Este espejo delante 

es muy tibio 

sabe de rincones y mañanas 

busca en la nevera un espacio más 

donde envolver un tibio repasador 

después de dejar los cubiertos en orden 

bajo la espesa rutina 

de todo un universo 

que se cuela 

entre los párpados batientes 

de mi amada, 

que no repara en el hecho 

de que 

yo cambié para mejor.


Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...