lunes, 13 de diciembre de 2021

Inaudito

 Sin un motivo para bajarse del metro tranvía, seguís adelante hasta la próxima parada cuando ves que alrededor están todos sin barbijos y pensás que puede ser problemático llegar al trabajo y comentar que viniste en un transporte sin los cuidados correspondientes, pero seguís una y otra parada hasta detenerse el motivo inicial: no hay chance de que suceda algo así, no queremos llamar a la desgracia, hay tantos sin vacunarse que mejor concurrir cumpliendo las medidas que nos exigen ahora que vivimos en pandemia, o quizás saliendo ya porque podría decirse que estamos en la recta final.

De todos modos también sucedió lo inesperado: abren las puertas y un gatito se sube sin preguntar obviamente a donde vamos ni nada, y se sienda muy cómodo en una de las butacas vacías, esperando que el tren arranque.  Nos miramos desconcertados, sin enteder demasiado qué estaba pasando.  Los gatos no hacen estas cosas, no son capaces de entender lo que está sucediendo podría ser causa del azar que él quisiera viajar con nosotros, que supiera que se tenía que tomar este tren para llegar a tal lado, y cosas así, pero sospechamos que hay algo que no está encajando en lo esperable del mundo, hay algo que escapa de la razón y no salimos de nuestro asombro.  Por mi parte me levanto de la silla y voy hacia la puerta esperando que el tren se detenga en la próxima parada.  Dejo pasar una y otra, porque me interesa y mucho estudiar la situación entender y quizás escuchar lo que opinan otros que están ahí y vieron la escena también porque no es habitual que una mascota se aleje de sus dueños y se suba a un tren y mucho menos se siente a esperar.  Es muy increíble todo, entre la desazón y la angustia de ser testigo de algo muy loco, muy inusual que nadie en el mundo va a creerte ni siquiera experimentar lo que vos, cuando lo contés.  Con qué palabras se supone que vas a contar algo así, está claro que no hay manera que alguien experimente ese estupor cuando lo contés, no la hay.

martes, 31 de agosto de 2021

Poema y fotografía

 


Descubrí que te amaba y fue verdad
aquella vez que nos cruzamos en el parque
y dijimos adiós como dos hermanos
nos tratamos así como hermanos

Adiós porque hubo miedo
fuimos demasiado lejos me acuerdo
llegamos a un paraje desconocido
sin saber lo que vendría después

Mirá si hubiéramos dicho quién sabe
capaz ni nos miramos con esa ternura
si escapamos el otro del uno
para sostener en el tiempo

Esta amistad que duele por el silencio y
la distancia, sin embargo, tiene lo suyo
atesora y no convida
es más quiere lo nuestro y lo arrebata.

viernes, 25 de junio de 2021

Al costado del camino

Soledad y misterio ruedan por la escalera
rota en la azotea que mira al poniente
mientras giro y busco amistad veo una paloma
que yace muerta sobre el tejado rojo

Para mí que está ahí desde siempre
jurando que nada pasa al que pisa 
rozando el horizonte que hay detrás
y uno que muerde el anzuelo y se clava

Quiere venir a buscarme sencilla y taciturna.

Acceso Este, Mza.

 

viernes, 30 de abril de 2021

Alto vuelo

 Escribir en esta burda computadora, puede ser la salvación, así lo creía yo y después de muchos años he llegado a la conclusión que no es otra cosa que una fantasía ridícula que no tiene razón alguna, que además como ya sabemos, me conducirá a la nada misma.  Como si fuera el único lugar al que puedo ir, me dejo llevar dócil y bueno, tranquilo y manso.  Total, a quién le importa, de qué manera puedo revertir eso, si ya está decidido con antelación por alguien a quien supuestamente le debo cosas, porque de eso se trata el destino de alguna manera, también.  Esa entidad oscura y siniestra a quien le damos demasiada importancia tal vez, pero que está ahí para recordarnos que somos hojarasca y que nos lleva a donde quiere, queramos o no.  Y nos vamos acostumbrando, lenta e inexorablemente, a ser eso que el tipo tiene previsto para nosotros, como quien no quiere la cosa, y nos vamos acostumbrando -decía-, a que las cosas se salgan de pronto de su cauce y vayan para cualquier lado sin importar siquiera nuestra oposición a lo que sea, simplemente nuestra voluntad será negada, será contradicha, todo sea por respetar el oscuro conjuro material de la eternidad.  Y llega un punto en que estás tan cansado que dejás que suceda sin importarte demasiado las consecuencias, si total tarde o temprano llegará eso que tanto temés, y será quizás un alivio, una tranquilidad saber que ya te entregaste que es el final o que simplemente el sufrimiento va a parar.  Suena bastante triste y amargo esto que escribo, y es lo que resulta de haber releído algunos textos de la adolescencia, de cuando vivía en San Rafael y las cosas se estaban precipitando en mi familia de tal manera que había que dejar la ciudad y moverse hacia otra y de repente lo hicimos y tuvo que ser así, para que se aquitaran las agitadas aguas de los acreedores.  Algo que nos fumamos de repente, algo que no estaba previsto, algo evitable que no se pudo hacer, quién sabe por qué, por falta de valor, de coraje de parte de alguien en casa, que no advirtió que lo que se imponía en aquel momento era tomar el empuje la fuerza necesaria y plantarse.  Luchar, pelear por lo de uno, si es que tal cosa existe.  Y aquí estamos siguiendo aquellos designios, aquellos modos de hacer las cosas, de looser, de perdedor nato, de hombre que huye de lo momentos difíciles, de comprometerse a fondo de hacer las cosas por el bien de los suyos, de querer a los suyos por encima de todo, de su propia vida, y que sirva para algo, que en el futuro no lo dejen ahí tirado, que en los últimos días de la vida estén ahí para contener y para abrazar.  Eso no sucederá.  Es el momento de dejar atrás estos textos y mirar  para adelante y ver cómo se llevan todo, como arrasan con lo poco que uno hizo, con aquello que era su orgullo, con aquello que  no podremos dejar a alguien, sino a los tristes hombres y mujeres que cumplen una tarea y lo intentan hacer de una manera digna.   

martes, 13 de abril de 2021

El gatito



 Huir es lo que hacen los cobardes en el mismo momento que la verdad asoma por alguna puerta y ven pasar el miedo. Son así esta gente que ahora mismo nombro de alguna manera evocando situaciones personales y que han sido resumidas para mí en todo momento como alguna vez me pasó.  Quiero decir, estamos sentados aquí en el parque tomando unos mates, disfrutando la tarde de otoño, cuando vemos a uno de los perros correr como loco, divertido, exultante, sintiendo sólo agradecimiento hacia sus amos que lo llevan de paseo, y nosotros en cambio tuvimos que dejar nuestra gatita en casa, porque no se acostumbra a la salida, no le agradan las sufre se estresa mucho, entonces no le queda otra que vivir así, encerrada y a salvo.  Porque además, es cierto que vivir en un 8vo. piso no resulta conveniente para un animal que gusta de salir a la calle, pasear, saltar por los techos, relacionarse bien o mal con otros gatitos, no le queda otra, sólo puede salir al pasillo caminar un poco, fantasear con llegar a donde unas palomas que dejan mierda en la ventana cercana pero que están fuera de su alcance completamente, y volver temblorosa cuando siente el ruido del ascensor, como ahora mismo que se ha despertado de su micro sueño por el ruido.  

Siento pena por ella por su vida simple.  La vida de nadie debería estar condenada a un encierro de este estilo, por favor, que liberen las puertas de los encierros elegidos o sufridos, que se abran para todos, y que puedan salir a volar, a caminar o simplemente a disfrutar de la vida, del sol y de cuanta cosa anda por ahí, y sea disfrutable.  No como este pobre gatito que tiene que contentarse con mirar el fondo del piso, allá lejos a 8 pisos de distancia y que no le resulta nada facil escalar ni para arriba ni para los costados.  

Todos aquí esperamos un milagro, la fortuna de alquilar una casa más grande donde vivamos mínimamente a gusto los tres, con esta mascota que nos ruega en su silencio volver a la casa que teníamos antes, más confortable y con patio.  Los modernos edificios no tienen contra en cuanto a la seguridad y otros menesteres, pero el patio es el patio y uno de nosotros lo extraña muchísimo. 

martes, 30 de marzo de 2021

Sinsabores

 En definitiva, lo que escribí estos días nada tiene que ver con lo que escribía hace varios años, allá por el 2013, que hablaba a través de algunos relatos breves, sobre historias ficticias de cosas que iban ocurriendo a mi alrededor, como que la lluvia no paraba de caer por aquellos días y que una chica se mezclaba con un hombre casado y pensaba que todo saldría bien en su vida, a pesar de los consejos de su abuela de que nada podría ir bien en ese caso.  Todo esto, claro, sale a la luz después de haber trabajado con el dueño de la bodega a la que le estoy haciendo un sistema, una aplicación para manejar digo llevar los registros de las mediciones que tienen que hacer meticulosamente cada día de los mostos y demás cuestiones relacionadas con la producción del vino, que según me cuentan están vendiendo a Europa ya por la calidad que demuestra cada copa.  Cosa que llena de orgullo a los lugareños, porque saben que de ahí de esa bodega vecina sale un vino que recorre muchos kilómetros hasta llegar  a la mesa de los comensales y que viene desde ahí nada menos.  Todo está quedando bien claro, es mi idea la de ir depurando lo que hace el programa pero el dueño se empeña en dejarlo tal como está, no paga por las mejoras, para él todo va bien mientras el programa funcione y le muestre la información que a él le interesa y como por ahora lo viene haciendo qué más da.  Sin embargo yo insisto que hay mejoras que se deben realizar cuanto antes, porque los ciclos anuales de la uva no perdonan, mejor dicho vuelven una y otra vez a repetirse y dejan huellas sobre cada traza de vino que se presente cada día, es mejor como decía mejorar el programa hacer que funcione de manera autónoma y sin problemas de ninguna clase, como lo que sucede a mi alrededor que va de mil maravillas y uno no sabe o no quiere saber cuando las cosas fallan y pretende que está todo bien, y que las cosas funcionan como deberían haber estado funcionando desde siempre.  No hay controles que actualizar, ni mejoras que hacer en ningún caso.  Todo muestra los resultados esperados.  Sin embargo, quienes estamos detrás de los programas, sabemos que no es así que hay mejoras y ajustes que deben realizarse para que a la larga y en el futuro no explote no se desintegre no colisione.  Somos así, exigentes hasta en lo más mínimo, intentamos que el programe no colapse, no con nosotros adentro.  Queremos esa carita de respaldo y felicidad que tienen los clientes cuando cuentan con nosotros, cuando nos valoran y están seguros que vamos a estar ahí el día que falte algo.  Porque eso estipulamos en el contrato o simplemente porque al cabo de tantas idas y venidas, ya le caemos en gracia.

lunes, 22 de marzo de 2021


 En la puta cabeza nomás se esconde un milagro: el de estar vivo.  Lo supe el mismo día que enfrentamos la maraña de acontecimientos que me pusieron de pronto en el almacén de barrio que me vendería una porción de queso, que sería el condimento que faltaba a la pizza que después nos comimos juntos.  Todo bien hasta ahí, lo cierto es que motivados por la cercanía pusimos sobre la mesa nuestras verdades a secas, y lo más completas que nos animamos, los dos, fuimos por un momento y cara a cara, dos que se están conociendo.  Todo aquello, sin dudas, fue un bonito comienzo del verano.  Lo recuerdo así, porque no da pensar que en este caso también me mintiera.  Parecía sincera y veraz en su confesión, y yo también lo fui, quise dejarlo  todo y empezar de nuevo, por eso me resultaba voraz la mentira, cómo nos llevó a una situación de aniquilamiento parcial de nuestra relación al punto de no querer ya más su comida.  Esto era algo que no pasaba, jamás hubiera dicho ni por un momento que su comida apestaba, todo lo contrario, cuanta cosa había arriba de la mesa me parecía una delicia, un encantamiento para los sentidos, una verdadera comida gourmet.  Todo aquello, y lo repito, se parecía bastante al infierno, hay que decirlo, no quería reconocer que los milagros suceden pero verla entrar por la puerta aquella mañana, tradujo de pronto todas mis intenciones, todos mis engaños, y mejor diría mis auto-engaños, y los entendí finalmente todos.  Lo cierto es que bajó del cuarto y se puso a cocinar como si nada pasara.  Esperaba mi turno como de costumbre, ella me ignoraba olímpicamente.  Lo dicho, no había forma de que mirara directo a los ojos, esquivaba la mirada en todo momento y daba bronca debo decirlo, porque es imposible hablar sinceramente con alguien, sabés que está ocultando algo, es más que evidente.  De manera que me comí los mocos y empecé a hablar, cosa que le pareció decididamente injusta porque se la agarró conmigo, me dijo de todo aquella tarde, dejando de lado la preparación de lo que después iba a comer.  Nadie, nunca, me pidió que cuente esto, simplemente creo que es neceario decirlo por la salud de todos en aquella casa, la manera que me insultó es de antología, se enteraron hasta los vecinos de la casa de la esquina, los que venden ropa y habitualmente me saludaban hasta ese momento.  No lo hicieron más y francamente no me preocupó en lo más mínimo.  Todos ahí sabían, aunque evitaban hablar del tema, que las cosas estaban llegando a su fin, que no se recuperaría nunca la situación, que ambos estábamos destinados a tropezar no dos sino un millón de veces con la misma piedra, dañarnos el pie, y volver a intentar el salto.  Fuimos un par de idiotas que se enfrentan en una discusión estéril y sin sentido.  No nos tuvimos piedad en ningún momento y fue triste, al finalizar el día reconocer aquellos errores sin sentido, fue como visitar al oncólogo y que te diga lo peor y que tu vida vuelva a pender de un hilo como lo hacía habitualmente.  Pero nos fuimos de la relación fortalecidos.  Quiero pensar que es así, que no estoy en condiciones de repetir esa historia ya nunca más, que tal vez también a ella le ira mejor en la vida a partir de ahora, todos sabemos que con el correr de los años las cosas sólo pueden ir a mejor, pero estas vueltas de la vida me hacen dudar.


lunes, 15 de marzo de 2021

Brillante

 Una suerte inquebrantable la mía, la que no sabe dónde está parada, la que busca sin éxito un escondite donde pertrecharse ante tantas tribulaciones y quebrantos, porque sabe, está informada de todo el daño que ocasiona y cuando lo hace le da culpa y busca donde refugiarse hasta que pase la malaria.  Así de jodida es, así de brava tal y como la conocemos en el barrio.  Se dice o mejor dicho se hace llamar algo así como la suerte pero todos sabemos que oculta algo, que lo bueno se lo deja para ella, que aquellos árboles que supieron esconder a modo de bosque las travesuras que hacíamos con los primos y los amigos de la tierna infancia ya no están han sido talados todos, han removido cada uno de los plátanos aquellos y han colocado en su lugar espacios para alquilar a turistas, una verdadera infamia, un desastre de paisaje, una muerte en vida la de los lugareños que dejaron escapar varias lágrimas el día que levantaron todo y dejaron el páramo.  Aquello sí fue el espanto.  Una empresa vendía cacharros, fabricaba unos cuencos hermosos de gres y tuvo que ser reubicada.  Un amigo vivía ahí y también tuvo que dejar ese bosque, otros más amigos de las conversaciones telefónicas equivocadas, se quedaron favorecidos por la ubicación más en los límites de la propiedad.  Y así, fueron quedando uno a uno, envueltos en la penumbra de una vida que se iba consumiendo lenta e inexorablemente para dejar paso a las nuevas generaciones que ya venían con un chip cambiado, ya las cosas tenían otro sentido y otra proximidad, y era momento de construir sobre las ruinas que dejamos nosotros, era momento de darle una cachetada al presente y continuar adelante incluso si había que mudarse como lo hicieron algunos resignadamente, se haría.  Qué tanto, si la vida continúa y ahí donde estemos apretará el sol en verano y la nieve calará los huesos en el invierno.  Seamos concientes, -solía decir mi amigo-, que no hay político que se salve de la estupidez, que todos inevitablemente se equivocan por ignorantes o corruptos y así qué querés -decía-, así nos va también a nosotros.  Imposible escapar, imposible rodear el caldo de cultivo de este futuro impredecible y contradictorio al que nos someten estos imbéciles y escrito así, recordaremos siempre que algún día estuvimos ahí tomando mates y bebiendo jugo a la orilla de la pileta, mientras nuestros hijos dan tumbas carnero.|

miércoles, 3 de marzo de 2021


Pero me fui hablando de todo un poco, como si nada importara demasiado. Entonces entendieron que estaba buscando algo profundo como el mar y oscuro como la ciénaga digamos, que me entretuviera un rato, algo por lo que valiera la pena vivir.  Quizás nunca me importará lo político es decir que no había nacido para embarullarme la cabeza demasiado pero tenía que sopesar los cambios que se avecinaban y no quería encontrarme con otra chica, esta vez en la parada de colectivos y que su presencia perturbara demasiado mi trabajo.  Solamente quería un contacto, una conexión pero insistió en sentarse a mi lado aquella mañana tranquila y tuve que aceptar que no había remedio, que la muerte estaba acechando que los chicos no duermen tirados en la calle la borrachera del día anterior, que los acontecimientos a los que me estaba enfrentando nada tenían que ver con aquello.

Tranquilo bajé del colectivo y mientras esperaba la combinación que llegaría en minutos, una chica que intentaba bajarse del micro tardíamente, quedó atrapada en las puertas que se cerraron y mientras forcejeaba para liberarse el chofer arrancó la marcha y ella zafó y se tiró a mis brazos prácticamente diciendo "la concha...!" como único insulto al novato torpe que seguramente manejaba aquella mañana.   Eso pasó un día, y me hizo pensar nuevamente en traer la moto y dejarla quién sabe donde.  Tendría que buscar una cochera y asumir el costo que tiene.


 De nada sirve a veces hablar, en especial con gente que se niega a hacerlo diciendo que no escucha.  Cuando no escucha, no puede hablar.  Como ahora, que está ahí mismo sentado diciendo que le repita una y otra vez lo que ya dije, sopesando mi enojo, mirando hacia afuera pidiendo una y otra vez que le alcancemos algo, que dejemos la puerta entreabierta para que él pueda asomarse a la vereda a espiar a la vecina y cosas así, ah, pero eso sí: no me escucha.  Lo oigo caer en la cuenta, de que estamos solos de que de aquí no sale por más que lo intente y forcejee por más que insista no lo voy a dejar ir, se quedará aquí para siempre, y seré yo quien lo impida.  Quiero decir, voy a impedir que se vaya sin saldar sus deudas, aclarar las cosas por qué es que nos engaña de esta manera, qué le hicimos cuánto dolor habremos causado en su vida para tratarnos así, para someternos a este infierno para impedir que volemos y crezcamos como lo hace precisamente la hija de la vecina con sus pechos turgentes y su pelo desaliñado.  Nos encontramos los dos un día en el centro ella iba caminando y yo en bici, me tropecé al verla y tuve que bajar de inmediato al reconocer que era ella la que estaba a punto de cruzar la calle a la altura de la senda peatonal y yo que venía caminando pero subido a la bici, tropecé y casi me caigo de narices.

Algo toqué en este teclado que apenas conozco y se encendieron algunas ventanas que describen aspectos técnicos de la página web donde escribo estas notas, cosas que sólo a los especialistas importan, la verdad.  Estoy intentando ahora mismo cerrar lo que no me sirve para nada, y quiero dejar atrás precisamente este barrio del infierno, esta ciudad atroz donde vivo mejor dicho donde viví durante tantos años, y en la cual me enfrenté a demonios del tamaño de una torre de marfil.  Solos mi alma y yo.  Como hoy que debí llevar a mi señora (caprichosa no quiso quedarse) a la casa de sus padres y que yo me quedara también solo en la de mis viejos, enfermos ambos de demencia senil, decía que yo me quedara y a la vuelta había una tormenta eléctrica que destruía todo a su paso, yo iba en moto, y se largó a llover apenas doblé en la vuelta de los dos puentes, de manera que llegué todo mojado y casi meado del temor a que un rayo acabara ya con todo esto, finalmente, que algo así pusiera fin a mi vida envuelta como está en el horror del engaño, en la impiadosa maniobra letal de quien dice amarte y te entrega al mejor postor, apenas se libera de vos por un rato.  Sencillamente brutal.

martes, 26 de enero de 2021

Corte de luz


 Oh, claro está. Hay que leer mucho a los griegos, cuando escribían cosas como las historias que estuve leyendo por estos días, a fin de seguir un plan de lectura en las redes sociales, y lo pasé muy bien, entretenido, y veo cómo los antiguos eran capaces de escribir sin lápiz ni papel, mucho menos en computadoras. Pero claramente, eso hacían para no aburrirse, porque estas tragedias seguramente iban a parar a algún teatro y así la gente se entretenía durante el fin de semana, los domingos iban al centro recorrían las vidrieras y se encaminaban al teatro, donde entraban muy elegantes y disfrutaban sentados en cómodas butacas, la obra de turno. No como ahora, que estamos privados de ver teatro por culpa de una pandemia que no nos deja tranquilos. Ha llevado la obra de teatro a los hospitales, ha centrado las historias de muerte y de vida, en si te colocas o no la vacuna rusa o la que sea. Y ahora, además, con una nueva cepa acechándonos, una que dicen es menos riesgosa pero más contagiosa, y así nos van metiendo en este nuevo año que ha empezado hace poco, y que ya como quien no quiere la cosa ha transitado todo un mes y sigue adelante. Estamos ya cerca del segundo mes del año y ¿qué pasó? Nada. Absolutamente... nada.


El ocaso de enero se viene y estamos muy tranquilos porque por lo menos no nos contagiamos de nada pero la tormenta de ayer, muy eléctrica, nos dejó una alarma sonando y ya van más de 10 horas que escuchamos el mismo sonido sin que alguien intervenga y detenga ese infierno. ¿Qué seres del mal pueden inventar un aparato que para lo único que sirve es para auyentar el sueño de los vecinos? Díganme, si no es cierto que las alarmas ya no protegen de nada ni de nadie, y que deberían ser prohibidas, o al menos reglamentadas para que tengan si o sí un dispositivo capaz de apagarlas cuando se ha tenido la certeza de que no hubo tal robo, que simplemente se activó por error y listo que todo vuelva a la normalidad, que quienes vivimos cerca podamos continuar con nuestra vida en paz. Bueno, ese dispositivo, claro, tendrá que ser electrónico y seguramente vinculado al IoT para que de manera inteligente y no menos elegante sepa dejar en claro que las cosas están bien por casa, que ya pasó lo peor, que la tormenta fue eléctrica pero que los chicos pueden seguir jugando al fútbol aquí cerca que no ha caído ningún rayo, y que las abuelas están a salvo.

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...