martes, 30 de marzo de 2021

Sinsabores

 En definitiva, lo que escribí estos días nada tiene que ver con lo que escribía hace varios años, allá por el 2013, que hablaba a través de algunos relatos breves, sobre historias ficticias de cosas que iban ocurriendo a mi alrededor, como que la lluvia no paraba de caer por aquellos días y que una chica se mezclaba con un hombre casado y pensaba que todo saldría bien en su vida, a pesar de los consejos de su abuela de que nada podría ir bien en ese caso.  Todo esto, claro, sale a la luz después de haber trabajado con el dueño de la bodega a la que le estoy haciendo un sistema, una aplicación para manejar digo llevar los registros de las mediciones que tienen que hacer meticulosamente cada día de los mostos y demás cuestiones relacionadas con la producción del vino, que según me cuentan están vendiendo a Europa ya por la calidad que demuestra cada copa.  Cosa que llena de orgullo a los lugareños, porque saben que de ahí de esa bodega vecina sale un vino que recorre muchos kilómetros hasta llegar  a la mesa de los comensales y que viene desde ahí nada menos.  Todo está quedando bien claro, es mi idea la de ir depurando lo que hace el programa pero el dueño se empeña en dejarlo tal como está, no paga por las mejoras, para él todo va bien mientras el programa funcione y le muestre la información que a él le interesa y como por ahora lo viene haciendo qué más da.  Sin embargo yo insisto que hay mejoras que se deben realizar cuanto antes, porque los ciclos anuales de la uva no perdonan, mejor dicho vuelven una y otra vez a repetirse y dejan huellas sobre cada traza de vino que se presente cada día, es mejor como decía mejorar el programa hacer que funcione de manera autónoma y sin problemas de ninguna clase, como lo que sucede a mi alrededor que va de mil maravillas y uno no sabe o no quiere saber cuando las cosas fallan y pretende que está todo bien, y que las cosas funcionan como deberían haber estado funcionando desde siempre.  No hay controles que actualizar, ni mejoras que hacer en ningún caso.  Todo muestra los resultados esperados.  Sin embargo, quienes estamos detrás de los programas, sabemos que no es así que hay mejoras y ajustes que deben realizarse para que a la larga y en el futuro no explote no se desintegre no colisione.  Somos así, exigentes hasta en lo más mínimo, intentamos que el programe no colapse, no con nosotros adentro.  Queremos esa carita de respaldo y felicidad que tienen los clientes cuando cuentan con nosotros, cuando nos valoran y están seguros que vamos a estar ahí el día que falte algo.  Porque eso estipulamos en el contrato o simplemente porque al cabo de tantas idas y venidas, ya le caemos en gracia.

lunes, 22 de marzo de 2021


 En la puta cabeza nomás se esconde un milagro: el de estar vivo.  Lo supe el mismo día que enfrentamos la maraña de acontecimientos que me pusieron de pronto en el almacén de barrio que me vendería una porción de queso, que sería el condimento que faltaba a la pizza que después nos comimos juntos.  Todo bien hasta ahí, lo cierto es que motivados por la cercanía pusimos sobre la mesa nuestras verdades a secas, y lo más completas que nos animamos, los dos, fuimos por un momento y cara a cara, dos que se están conociendo.  Todo aquello, sin dudas, fue un bonito comienzo del verano.  Lo recuerdo así, porque no da pensar que en este caso también me mintiera.  Parecía sincera y veraz en su confesión, y yo también lo fui, quise dejarlo  todo y empezar de nuevo, por eso me resultaba voraz la mentira, cómo nos llevó a una situación de aniquilamiento parcial de nuestra relación al punto de no querer ya más su comida.  Esto era algo que no pasaba, jamás hubiera dicho ni por un momento que su comida apestaba, todo lo contrario, cuanta cosa había arriba de la mesa me parecía una delicia, un encantamiento para los sentidos, una verdadera comida gourmet.  Todo aquello, y lo repito, se parecía bastante al infierno, hay que decirlo, no quería reconocer que los milagros suceden pero verla entrar por la puerta aquella mañana, tradujo de pronto todas mis intenciones, todos mis engaños, y mejor diría mis auto-engaños, y los entendí finalmente todos.  Lo cierto es que bajó del cuarto y se puso a cocinar como si nada pasara.  Esperaba mi turno como de costumbre, ella me ignoraba olímpicamente.  Lo dicho, no había forma de que mirara directo a los ojos, esquivaba la mirada en todo momento y daba bronca debo decirlo, porque es imposible hablar sinceramente con alguien, sabés que está ocultando algo, es más que evidente.  De manera que me comí los mocos y empecé a hablar, cosa que le pareció decididamente injusta porque se la agarró conmigo, me dijo de todo aquella tarde, dejando de lado la preparación de lo que después iba a comer.  Nadie, nunca, me pidió que cuente esto, simplemente creo que es neceario decirlo por la salud de todos en aquella casa, la manera que me insultó es de antología, se enteraron hasta los vecinos de la casa de la esquina, los que venden ropa y habitualmente me saludaban hasta ese momento.  No lo hicieron más y francamente no me preocupó en lo más mínimo.  Todos ahí sabían, aunque evitaban hablar del tema, que las cosas estaban llegando a su fin, que no se recuperaría nunca la situación, que ambos estábamos destinados a tropezar no dos sino un millón de veces con la misma piedra, dañarnos el pie, y volver a intentar el salto.  Fuimos un par de idiotas que se enfrentan en una discusión estéril y sin sentido.  No nos tuvimos piedad en ningún momento y fue triste, al finalizar el día reconocer aquellos errores sin sentido, fue como visitar al oncólogo y que te diga lo peor y que tu vida vuelva a pender de un hilo como lo hacía habitualmente.  Pero nos fuimos de la relación fortalecidos.  Quiero pensar que es así, que no estoy en condiciones de repetir esa historia ya nunca más, que tal vez también a ella le ira mejor en la vida a partir de ahora, todos sabemos que con el correr de los años las cosas sólo pueden ir a mejor, pero estas vueltas de la vida me hacen dudar.


lunes, 15 de marzo de 2021

Brillante

 Una suerte inquebrantable la mía, la que no sabe dónde está parada, la que busca sin éxito un escondite donde pertrecharse ante tantas tribulaciones y quebrantos, porque sabe, está informada de todo el daño que ocasiona y cuando lo hace le da culpa y busca donde refugiarse hasta que pase la malaria.  Así de jodida es, así de brava tal y como la conocemos en el barrio.  Se dice o mejor dicho se hace llamar algo así como la suerte pero todos sabemos que oculta algo, que lo bueno se lo deja para ella, que aquellos árboles que supieron esconder a modo de bosque las travesuras que hacíamos con los primos y los amigos de la tierna infancia ya no están han sido talados todos, han removido cada uno de los plátanos aquellos y han colocado en su lugar espacios para alquilar a turistas, una verdadera infamia, un desastre de paisaje, una muerte en vida la de los lugareños que dejaron escapar varias lágrimas el día que levantaron todo y dejaron el páramo.  Aquello sí fue el espanto.  Una empresa vendía cacharros, fabricaba unos cuencos hermosos de gres y tuvo que ser reubicada.  Un amigo vivía ahí y también tuvo que dejar ese bosque, otros más amigos de las conversaciones telefónicas equivocadas, se quedaron favorecidos por la ubicación más en los límites de la propiedad.  Y así, fueron quedando uno a uno, envueltos en la penumbra de una vida que se iba consumiendo lenta e inexorablemente para dejar paso a las nuevas generaciones que ya venían con un chip cambiado, ya las cosas tenían otro sentido y otra proximidad, y era momento de construir sobre las ruinas que dejamos nosotros, era momento de darle una cachetada al presente y continuar adelante incluso si había que mudarse como lo hicieron algunos resignadamente, se haría.  Qué tanto, si la vida continúa y ahí donde estemos apretará el sol en verano y la nieve calará los huesos en el invierno.  Seamos concientes, -solía decir mi amigo-, que no hay político que se salve de la estupidez, que todos inevitablemente se equivocan por ignorantes o corruptos y así qué querés -decía-, así nos va también a nosotros.  Imposible escapar, imposible rodear el caldo de cultivo de este futuro impredecible y contradictorio al que nos someten estos imbéciles y escrito así, recordaremos siempre que algún día estuvimos ahí tomando mates y bebiendo jugo a la orilla de la pileta, mientras nuestros hijos dan tumbas carnero.|

miércoles, 3 de marzo de 2021


Pero me fui hablando de todo un poco, como si nada importara demasiado. Entonces entendieron que estaba buscando algo profundo como el mar y oscuro como la ciénaga digamos, que me entretuviera un rato, algo por lo que valiera la pena vivir.  Quizás nunca me importará lo político es decir que no había nacido para embarullarme la cabeza demasiado pero tenía que sopesar los cambios que se avecinaban y no quería encontrarme con otra chica, esta vez en la parada de colectivos y que su presencia perturbara demasiado mi trabajo.  Solamente quería un contacto, una conexión pero insistió en sentarse a mi lado aquella mañana tranquila y tuve que aceptar que no había remedio, que la muerte estaba acechando que los chicos no duermen tirados en la calle la borrachera del día anterior, que los acontecimientos a los que me estaba enfrentando nada tenían que ver con aquello.

Tranquilo bajé del colectivo y mientras esperaba la combinación que llegaría en minutos, una chica que intentaba bajarse del micro tardíamente, quedó atrapada en las puertas que se cerraron y mientras forcejeaba para liberarse el chofer arrancó la marcha y ella zafó y se tiró a mis brazos prácticamente diciendo "la concha...!" como único insulto al novato torpe que seguramente manejaba aquella mañana.   Eso pasó un día, y me hizo pensar nuevamente en traer la moto y dejarla quién sabe donde.  Tendría que buscar una cochera y asumir el costo que tiene.


 De nada sirve a veces hablar, en especial con gente que se niega a hacerlo diciendo que no escucha.  Cuando no escucha, no puede hablar.  Como ahora, que está ahí mismo sentado diciendo que le repita una y otra vez lo que ya dije, sopesando mi enojo, mirando hacia afuera pidiendo una y otra vez que le alcancemos algo, que dejemos la puerta entreabierta para que él pueda asomarse a la vereda a espiar a la vecina y cosas así, ah, pero eso sí: no me escucha.  Lo oigo caer en la cuenta, de que estamos solos de que de aquí no sale por más que lo intente y forcejee por más que insista no lo voy a dejar ir, se quedará aquí para siempre, y seré yo quien lo impida.  Quiero decir, voy a impedir que se vaya sin saldar sus deudas, aclarar las cosas por qué es que nos engaña de esta manera, qué le hicimos cuánto dolor habremos causado en su vida para tratarnos así, para someternos a este infierno para impedir que volemos y crezcamos como lo hace precisamente la hija de la vecina con sus pechos turgentes y su pelo desaliñado.  Nos encontramos los dos un día en el centro ella iba caminando y yo en bici, me tropecé al verla y tuve que bajar de inmediato al reconocer que era ella la que estaba a punto de cruzar la calle a la altura de la senda peatonal y yo que venía caminando pero subido a la bici, tropecé y casi me caigo de narices.

Algo toqué en este teclado que apenas conozco y se encendieron algunas ventanas que describen aspectos técnicos de la página web donde escribo estas notas, cosas que sólo a los especialistas importan, la verdad.  Estoy intentando ahora mismo cerrar lo que no me sirve para nada, y quiero dejar atrás precisamente este barrio del infierno, esta ciudad atroz donde vivo mejor dicho donde viví durante tantos años, y en la cual me enfrenté a demonios del tamaño de una torre de marfil.  Solos mi alma y yo.  Como hoy que debí llevar a mi señora (caprichosa no quiso quedarse) a la casa de sus padres y que yo me quedara también solo en la de mis viejos, enfermos ambos de demencia senil, decía que yo me quedara y a la vuelta había una tormenta eléctrica que destruía todo a su paso, yo iba en moto, y se largó a llover apenas doblé en la vuelta de los dos puentes, de manera que llegué todo mojado y casi meado del temor a que un rayo acabara ya con todo esto, finalmente, que algo así pusiera fin a mi vida envuelta como está en el horror del engaño, en la impiadosa maniobra letal de quien dice amarte y te entrega al mejor postor, apenas se libera de vos por un rato.  Sencillamente brutal.

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...