martes, 11 de enero de 2022

 Apareció de pronto un agudo malestar en la mano izquierda que claramente no me esperaba a esta hora de la mañana pero así de rápido como apareció, también se fue.  Lo olvidé también así tan rápido que no recuerdo ahora en qué parte de la mano, si cerca del pulgar o en el extremo del dedo meñique, lo cierto fue que la molestia aceleró mis ganas de tomar café porque todavía siendo las 10 de la mañana, no había desayunado.  Entonces, empecé también a pensar en que no hay café.  Tengo que comprar y eso es lo próximo que haré en mi salida matutina por estos días, aquí en Mendoza donde resido hace unos años, ciudad que me abrió sus brazos afortunadamente, después de una salida confusa de mi San Rafael natal, donde viví hasta los treinta años.  Después de eso, un viaje por toda latinoamérica no podía sino ser la apertura ideal al conocimiento del mundo que nos rodea, no es bueno -dicen-, quedarse con lo poco que uno conoce de su barrio y alrededores no señor, mejor si se pueden conocer los países limítrofes aunque sea, y así sucesivamente con los siguientes mientras sea posible.  Llegué en moto recuerdo a una pequeñita ciudad de Perú donde me esperaba mi amigo, estuvimos conversando por más de una hora y fue placentero y alegre.  Me mostró el barrio donde vive con sus callecitas empedradas y las paredes viejas de adobe, pintadas con colores dándole un dramatismo y alegría más destinadas a sorprender al turista que a darle armonía al paisaje, aún así, me resultaron fantásticas.  Dignas de una película de Almodóvar.  Puedo decir confiadamente que es una ciudad donde viviría, lo siento enseguida en el pecho cuando llego a un pueblo nuevo donde la gente me muestra su rostro amigable o duro y ya me quiero ir.  No fue este el caso, terminé tomando un cafecito en una fonda oscura y gris, encantadora, que me sirvieron el más rico café peruano claramente recién molido y a mi gusto.

No viene a cuento de nada sólo comentar que las compras del día a veces se parecen a una aventura cuando nos internamos en la selva de asfalto para volver a casa con apenas una chuchería para arreglar el baño, que se rompió ayer, y no queda más remedio que meterle mano porque para qué vamos a llamar a alguien por una zoncera similar, no da.  Apenas llegué me encontré con un mensaje del encargado diciendo que abren aquí cerca una pileta bastante popular, con precios más que accesibles, donde podemos pasar la tarde con estos calores agobiantes.  No implica que uno vaya a salir de inmediato a buscar dónde quedarse a pasar la noche, si puede hacer eso, buscar una pileta cercana que no cobre muy caro y listo a zambullirse.  Veremos qué se consigue.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...