jueves, 18 de junio de 2020

Debajo del puente

Programar en Go debe ser realmente divertido, falta que uno encuentre un motivo para hacerlo, resolver un problema real de la vida de una empresa o por qué no, de algún hipotético usuario de internet a quien terminaríamos vendiéndole la aplicación en el futuro o ahí mismo cuando la usa y despliega alrededor algún tipo de publicidad mediante otra aplicación que se encarga de recolectar los fondos para hacerlo.  Ese es el plan.  Por el momento, lo único que tengo a mano es aquella del Instituto donde se ve un listado de alumnos y cada uno que necesita atención, basta con hacer click en su nombre o apellido para desplegar mayor información relacionada y proceder a hacer los cambios pertinentes.  Así de sencillo.  Digamos que hasta el momento está funcionando bien, los encargados de hacerlo funcionar me cuentan todo lo que sucede a diario con los más mínimos detalles y los escucho en la medida de lo posible con la mayor atención de que soy capaz, a veces me sorprendo -lo confieso- mirando hacia otro lado con un leve bostezo pero trato, les aseguro que trato de escuchar lo que dicen y ponerlo en práctica la mayoría de las veces.  Otras, me entretengo en la cocina viendo lo que cocinan algunos internos y les aseguro que dan ganas de quedarse a vivir ahí, de que lo atiendan a uno y listo, para qué más.  Estamos digo (otra vez) envueltos en esas miradas extrañas también a veces y ahí la cosa no me gusta tanto pero cuando hacemos algo juntos la cosa fluye eso hay que decirlo.  Quisimos ayer ver una película un tanto vieja, del 2007 poco más o menos y fue imposible porque han cortado el acceso a internet de un sector de la casa y hasta que venga un técnico o alguien que realmente entienda del asunto será medio complicado, y la peli la podremos ver después, eso lo entendimos ayer.  Mientras en cambio en la cocina, y en la tablet de alguien vimos que en youtube estaban sugiriendo que viéramos una serie de video clips musicales de los noventas que nos terminaron entreteniendo por un buen rato.  Así fue, lo pasamos bien, conversamos animadamente y uno se encargó de las pizzas, así que mejor imposible.  Todo no se puede, dicen, pero ayer se pudo.

Otro se encargó de la limpieza.  Mi cuarto ya no daba más y hubo que hacer reemplazo de algunos focos que estaban quemados, así de repente, o alguien lo cambió sin que me diera cuenta.  Eso podría haber pasado, pero no es más que producto de una mente mal pensada al pedo, porque con estos fríos las lámparas crujen y se rompen.  Como se rompió ayer también o mejor dicho en estos días mi corazón al saber que había llegado a destino y ya no la volveré a ver al menos en directo.  Estoy consternado además por la muerte muy repentina de un tío que sobrevivió apenas unos días a una desafortunada caída en el baño.  Pobre, apenas duró cuarenta y ocho horas y se nos fue.  La que peor lo está pasando es la hermana, en este caso obviamente mi madre que se echó a llorar apenas comentamos la triste novedad.  Son muchos años, y ellos lo saben mejor que nadie.  Desde el lejano San Luis donde vivieron en su niñez a esta dura realidad de vivir en pandemia en una gran ciudad hay mucha agua bajo el puente.

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