jueves, 7 de mayo de 2020

Veremos esta mañana de poder cambiar esa remera que me quedó chica, la estampa está bárbara o sea que es necesario que exista hoy mismo una remera más grande con el mismo dibujo en el pecho así no pondré cara de malhumor ni haré gestos desagradables a la vendedora, como de disgusto y de ya no me interesa nada de aquí, ni devuelvame mi dinero ni cosa por el estilo.  Sólo esa prenda, tal y como yo pretendo que esté además de limpia y sin uso alguno.  Así voy a hacer en primer lugar, y después iré a la farmacia, otro de los lugares que permanecen abiertos a pesar de la pandemia, y compraré algo para el dolor de cabeza que por estos días está molestando bastante, quién sabe por qué, si la comida es liviana y regular, será por el sol que calienta los barrotes de la ventana por demás y ese calor se transmite después al interior de la habitación y puede ser excesivo por momentos y deshidrata de más.  Tal vez un analgésico o tal vez agua.  Más agua.  Con eso bastará.  Pero voy a pasar de todos modos, porque me gusta la chica que atiende, tiene una mirada muy dulce y el pelo revuelto.  No se cómo la dejan atender así, será que el dueño también advierte la gracia que despliega cuando se vuelve a buscar un remedio, una cajita de esas escritas con letras tan minúsculas que simplemente la leen hasta cierta edad los chicos.  Después es patrimonio de quienes lleven puestos sus anteojos, y nadie más.  Andá enterate de lo que te conviene, de cómo hay que tomarlas.  Dicho esto me voy a colocar la campera y voy a salir a la calle, con mi barbijo o tapabocas puesto como corresponde a buscar una que esté de turno y me quede más o menos cerca para qué andar caminando a estas horas, si me paran voy a tener que dar explicaciones y no me agrada la escena.  Los policías están haciendo operativos cerca, ya me los he cruzado en un par de oportunidades y en alguna de ellas estaban cacheando un par de transeúntes que pobres, no tenían cara de haber hecho nada malo pero viste, ante la portación de rostro quizás, o porque sí, porque les pintó, les estaban revisando hasta el culo más o menos.  Y quién sabe si les encontraron algo porque el colectivo en el que me movía aquel día avanzó hacia el centro y ya los perdí de vista, además, no me gustaba tanto la idea de ejercer el seguimiento de la escena una vez que pasamos por ahí, los demás en el colectivos hicieron lo mismo, dejaron de mirar, total a quien le importa tanto lo que pasaría después, uno no es de andar mirando así de manera morbosa lo que le sucede a otros, en especial si la suerte no es del todo venturosa ni divertida.  Habrá que ir a la cancha a "ver qué se siente" como les cantábamos hace unos años a nuestros vecinos brasileros, decía a ver qué se siente cuando te palpan en busca de armas o algun objeto punzante, y vos muy tranquilo no sabías que llevabas la victorinok que te regalaron oportunamente para tu cumpleaños y que te salva la vida más de una vez. 

Pero no está.  La chica en la farmacia, digo no está.  Algo le pasó seguramente, hoy no es su día de franco de manera que deberé preguntar por ella si quiero enterarme de su suerte, más en estos días que no es fácil andar por la calle pero tendrá su autorización correspondiente, simplemente con verla listo, me hace el día, me convierte una mañana gris y olvidable en un momento eterno en una isla desierta llena de vegetación y abundante agua alrededor, para bañarse, y pasarlo bomba.  Es increíble las boludeces que uno dice frente a la mujer amada, bueno como en este caso no es la mujer amada sino apenas admirada, debo decir que las boludeces son aún peores, mucho más intensas, nos ponemos así medio colorados los varones y no articulamos palabra.  Sabemos que está ahí delante y no atinamos a decir algo más o menos inteligente por temor a embarrarla y miramos al costado, bajamos la vista, nos entretenemos con cosas que ni remotamente serían capaces de atraer nuestra mirada en otras ocasiones, pero como está ella ahí presente, se nos hace profundo el mar y ya no vemos el horizonte de pronto.  Estamos sumergidos.

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