miércoles, 27 de mayo de 2020

De qué tendría que hablar en un hipotético libro que habría de comenzar pronto, con la secreta intención de que alguna editorial lo publique pero sobre todo, me adelante dinero.  Eso necesito.  Dinero.  No publicar un libro, ¿para qué?  Dinero.

Tendré que posponer el relato un poco, sacar adelante los trabajos que me exigen por estos días, algunos interesantes y divertidos otros más aburridos y conflictivos.  Ya verás, cómo insiste esa mujer en llamarme por teléfono quién sabe con qué intenciones hilarantes, porque se fue con el trabajo terminado pero ella quiere hacerse ver, hacerme notar que no está listo que faltan cosas y que por eso no me termina de pagar.  Mentirosa.  Lo vemos a diario, gente que se escuda en alguna mentira para salir adelante, para molestar nomás, para quedarse ahí sentada sin hacer nada, mirar la vida pasar y las luces prenderse y apagarse a lo largo del día, o mejor dicho de la tarde.  Tenemos ese pestañar de las ciudades que a diario sucede y ni nos damos cuenta.  Estamos más bien enceguecidos, suerte que ahora estamos un poco más a salvo de todo, esta pandemia ha sucitado (?) eso en todas las ciudades, estamos un poco más atentos, un poco más cuerdos y no queda otra.  Lo vemos a diario, prestamos atención a nuestro vecino, al que tenemos al lado, no queda otra.  Obligados a convivir, somos todo oídos, y queremos que nuestro amigo nos lleve a pasear o hacer ejercicios, no queremos de ninguna manera ir solos, tenemos el temor de que una máquina infernal ahí afuera nos quite de pronto la compañía de nuestros seres queridos, esa máquina decía, puede hacer que desaparezcamos sin dejar rastros, quién sabe, nos lleve a alguna parte donde tendrá algo que hacer con nuestros huesos así que mejor comportarnos y salir a la calle el día que corresponde a nuestro DNI, aquí al menos en nuestra ciudad eso corre, eso está vigente, de manera que por ejemplo, hoy no puedo salir a comprar ni a hacer ejercicio.  Un embole, como dirían mis amigos, esos que salen tranquilos y no se cómo hacen, pero vuelven con bolsas, compras, detergentes.  Así fue ayer, que de alguna manera tenemos que estar agradecidos porque un día más las cosas sin lavarse hubiera sido un espanto.  Menos trágico tal vez el llamado de mi amigo que resultó después en videollamada, de pronto, me cambió el paradigma.  Su mente privilegiada hace que uno se sienta a salvo, tal vez con demasiada facilidad, eso está claro.  Tendremos que vigilar, como decía, a nuestro alrededor, ver en qué momento se cuela la normalidad, eso que añoramos.  Y descartarla.  Eso no está bien, no es bueno para nosotros.  Necesitamos la nueva normalidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...