jueves, 21 de mayo de 2020

Qué interesante digo, al comenzar este texto nuevo que dejo aquí como constancia de que he leído y aceptado las condiciones como siempre al empezar a utilizar una aplicación, uno va y lee (supuestamente) los términos y condiciones de uso y los acepta para así utilizar seguidamente dicha aplicación.  Este no es el caso, no hay aplicación aquí, simplemente un estudio que dice que hay mujeres ahí afuera capaces de luchar contra la barbarie de los hombres, digo de los varones que no se dan cuenta el daño que les ocasionan a veces con su malhumor, su desamor y distintas actitudes cobardes que tienen para con ellas, la mayoría de los casos por ignorancia y por odiosos nomás, porque no se bancan la manera de ser de la fulana, o porque eventualmente llegó el momento de desarrollar un  apego por el trato conocido de los penales.  Digo de las penitenciarías, no de lo que sucede cuando un defensor la toca con la mano en el área (jaja).

También se porque pasó hace poco, de unos penitenciarios (ya que estamos en el tema) que hicieron una juntada en una localidad sanrafaelina donde desataron un poco la alegría contenida pero sin advertir que dichas reuniones estaban prohibidas por efecto del cierre de las ciudades a fin de evitar el desarrollo posterior de la pandemia que nos azota por igual a hombres y mujeres sin distinción de ningún tipo, digamos, por estos años.  Lo cierto es que los muchachos muy alegremente, se juntaron de asadito en una quinta allá por el sur, y algún vecino tuvo la infeliz idea de sentirse a disgusto con eso y los denunció.  A partir de ahí, hubieron toda clase de propagandas sobre el hecho de que hay que denunciar a los loquitos que parecen no entender que hay que quedarse en casa, cuidarse y cuidar a los demás, porque nadie quiere pasar por una situación de enfermedad aunque te digan que es un bicho inofensivo o tan mortal como una simple gripe.  Convengamos, que uno se da cuenta de eso, lo leyó, sabe que es así, pero sigue con sus movimientos rogando que vuelva la normalidad como le dicen, que ya se aleje lo más posible esta situación alarmante y poco conveniente para muchos, cada vez para menos eso está claro, y volvamos -decía-, a un estado donde las cosas funcionen y recuperemos la libertad que es el gran ausente de todo esto.  Porque sepamos que hay diferencias entre vivir preso y no vivir preso.  Uno puede preguntarse, después de todo, si es que es elegible o no el estado de prisión frente al estado saludable.  Dicho de otro modo, ¿qué preferís, la salud o la libertad?  Vengo insistiendo en que esta pregunta respondería una duda existencial profunda, de alguien que no hace otra cosa que preguntar huevadas sin sentido, pero que va por la vida tirando esa clase de interrogantes porque no tiene mucho que hacer, ya los demás estados de su mente se parecen bastante entre sí y hay que hacer cosas nuevas para mantenerse entretenido y divertido, al menos para que la alegría no se aleje de pronto y quede el semblante rígido, cadavérico, como de un muerto al ver el espanto de las horas transcurrir sin que pase nada.

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