martes, 11 de mayo de 2010

El espejo


Espera que su padre se retire de la oficina, hace una hora que están ahí haciendo cola por un trámite que ya lleva dos meses. Ella desconoce absolutamente todo lo relacionado con el trámite, para su pequeña mente todo se reduce a una espera que aburre y su mente divaga, buscando entretenerse con algo, con esto, con aquello.

Mascando chicle el rato se hace más llevadero. El sabor, el dolor en la mandíbula, el fresco de la menta, los globos, el aire y la explosión. Todo esto la tiene contenta. Gracias a ese pequeño detalle puede aguantarse todos los hombres grandes que pasan a su lado, molestan, estorban, no la dejan mirarse en el espejo que hay enfrente donde ella ve su imagen volviéndose difusa, distorsionada por el frío que empaña los espejos.

Babea. La niña se da cuenta y empieza a limpiar su boca con la manga del sueter, se mira otra vez en el espejo y observa que está sucia algo habrá que hacer. Se acerca al espejo, ve su reflejo, se arregla el pelo, juega con sus manos y espera. Mira hacia su padre que sigue en el mismo lugar, avanzó muy poco, casi no avanzó nada. Y ella tan aburrida sola con su chicle y su espejo.

-Papá, ¿falta mucho?
-No, ya nos vamos. Arreglate el pulover.
-Pa estoy aburrida, ¿quién es ese señor?
-Un funcionario hija -dice él, mirando de reojo a la persona que está en frente-. Ya nos vamos, ya me toca.

La oficina recibió la documentación, estaba todo en regla. Ahora él estaba seguro de haber hecho lo correcto, ser padre en estos tiempos es un asunto demasiado grande.


García Be

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