viernes, 12 de abril de 2019
Un bonito recuerdo me estremeció esta mañana, y tiene que ver con la época en que me dio por sacar fotos artísticas por así decir, y fui a ver un maestro en el arte de sacar fotos y tomé con él unas clases y fue divertido y no llevó mucho tiempo pero sí muchas alegrías. Alcancé -también recuerdo-, a sacar unas fotos a una vendedora de ropa en una galería céntrica que estaba rodeada de cuadros e imágenes de vaqueros o pantalones como se los conoce también, y fue mágico por un momento. A esa chica no la volví a ver, se que se casó y vive por aquí cerca también eso lo se, pero no la volví a ver. Ni las fotos tampoco. Mi maestro vio con entusiasmo el avance que había logrado en poco tiempo. Eran épocas de fotos con rollo de película, todavía lo digital ni asomaba siquiera. Y estaba bien. El mundo estaba bien no había quizás esta locura de los teléfonos celulares, que como ayer que iba pasando por la vereda de una estación de servicio y me soprendí de ver con cuánta dedicación estaba la gente que hacía cola, viendo las novedades de sus celulares. ¿Hace falta tanta información, tanto estímulo realmente para vivir? ¿Por que no lo dejamos en casa un buen rato y hacemos otras cosas, no se, regar las plantas? No, eso no parece tener solución por ahora. Todo se reduce a mirar una pantalla de teléfono o de computadora. Y nos queda la naturaleza que nos sorprende también cuando menos lo pensamos como ayer, casualmente mientras esperaba a mi mujer, dos mariposas volaban cerca mío y en tádem, las dos hacían prácticamente el mismo vuelo hasta que se separaron minutos después. El mismo color amarillo las dos. Muy estimulante. Recortadas contra el cielo.
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