domingo, 28 de abril de 2019

Ah, pero qué bien que quedara ya configurado en el navegador el estilo que quiero usar al abrir una página, me resulta muy confortable.  Quiero decir, por defecto abre con una letra pequeña y me gusta que cuando la abro, esa página ya tenga la configuración que deseo.   No como aquella vez que salí con la absurda idea de encontrarla a ella en el baile, era bastante joven y no sabía, no entendía qué estaba pasando conmigo así que tenía la ilusión de entrar en ese salón y encontrarla como si nada hubiera pasado.  No se configuraban así a mi gusto las personas, y eso cayó de pronto sobre mi como una bola de fuego, quizás con el peso de todos los antepasados del mundo y no supe qué hacer sino arrodillarme y prestar atención a lo que pudiera escuchar.  Y así viví esa noche, por desgracia fue la primera de una larga temporada de noches oscuras como son esas que queman.

Remonté después un poco, a lo largo de la noche, para encontrarme cara a cara con el monumento a la idiotez, pero sobreviví debo decir gracias a un trago de caipirinha que me pasaron -me acuerdo vagamente-, y retomé el rumbo que por momentos se hacía incierto.  También es justo destacar y mencionar que no fue fácil hacerme a la idea que debía respetar el rumbo que quisieran tomar las personas cuando no se sentían a gusto, porque fue así.  Ella no fue al mismo lugar que yo.  No podía configurarse a mi gusto, estaba demasiado acostumbrado a eso en el trabajo y ahí fue que la conocí y vivimos esa experiencia delicada de los besos pero eso nomás.  Entonces tuve que atender un llamado extraño.

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