Llegar y dejar la moto bajo un árbol añoso y lleno de frutos, en este caso aceitunas. Empezar la tarea en la oficina del jefe, buscando un error que le viene complicando la tarea desde hace una semana y además internet que es difícil en esa zona, cuesta para que funcione fluidamente. Hay demoras, hay interrupciones, uno se entusiasma pero no se puede. En eso llega el hermano mayor, que si bien no tiene el peso que el jefe tiene, es el hermano mayor y eso complica las cosas. Solapadamente le exige atención y la consideración que debería tener por el solo hecho de ser el mayor.
En el medio, mi situación es incómoda. No funciona internet y las búsquedas y las soluciones están ahí, en inglés, pero ahí. La cosa se demora y uno desbarranca. Pero ellos se entretienen peleando por la respuesta adecuada al empleado que viene a reclamar unas horas. Y escapan, escondiendo el enojo y el disgusto que sienten uno por el otro y así, los minutos pasan y me alejo. Digo, me alejo del problema y me concentro en pararme y estirar los músculos, total y de todos modos, la solución habrá que buscarla después cuando internet se arregle.
Los brazos me pesan, más de lo normal y no es que tenga puestos los guantes de boxeo, es la memoria que me juega una mala pasada.
Los cagaría a piñas.
jueves, 1 de febrero de 2018
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