miércoles, 2 de diciembre de 2020

Sensiblerías

 Está también la posibilidad de equivocarse mucho, hacerlo de manera definitiva, de hacerlo aquí y allá una y otra vez, y sin embargo salir adelante después de pagar por eso, después de arreglar las cosas con quien corresponda, y seguir viviendo como debe ser.   No es fácil, quién dice que lo es, pero es la tarea por delante, convencerse que es necesario vivir con las cosas y las cuentas mínimamente saldadas y tener un horizonte limpio en donde apoyarse.  Porque aunque suene extraño, también nos apoyamos en el futuro, en eso que está en blanco, en aquello que forma parte de nuestro día a día de manera más o menos incierta.  En la medida que no planificamos lo que viene, en la medida que la hoja en blanco la vamos llenando de caracteres y pelea, por así decir, en la medida que vamos dejando nuestra sangre en cada paso que damos pues, se empieza a poner buena la cosa y vamos viendo que esa estela que dejamos a nuestro paso, es propia, estamos nosotros dibujados ahí, latentes.  Conectados con lo que nos gusta, lo que nos apasiona, vamos conectando también nuestros pasos con un secreto e invisible hilo que nos une también a los demás, a esas personas que están ahí cerca nuestro para emitir una señal más o menos débil acerca de su conexión con nosotros, de su manía de estar cerca para acompañarnos y hacerse sentir presentes en nuestra vida, de su intención de acompañar tal vez en silencio, tal vez vociferando los cambios que son necesarios, tal vez dándonos una cachetada de sinceridad que duele pero despierta.

Digo estas zonceras, que no lo son, pero que no importan demasiado, una vez que estoy casi listo para levantarme.  Ya es hora de salir a la calle y vienen a buscarme así que tendré que estar dispuesto a empezar la mañana con una conversación amigable, como de costumbre, pensar en el chico que ayer hacía ademanes frente al canal, como de arrojarse, quizás para preocuparnos o quizás porque estábamos sensibles por exceso y pensábamos que esa era su intención cuando nada que ver, simplemente estaba ahí esperando a alguien.  Cuando vimos la policía que andaba cerca, pensamos que ellos se ocuparían y nunca tuvimos malas notocias por suerte.  Decía, que ya es hora de salir a buscar el pan nuestro de cadad día y ahora más que nunca dado que las condiciones en las que trabajamos en este país son frágiles, pero me imagino que también en otros países lo serán, nada escapa a la fragilidad, a la carencia también en otras latitudes, eso con seguridad, sólo que aquí como estamos nosotros, todo nos parece amargo en nuestro jardín, suponemos que los otros están mejor y no siempre es así.

Les cuento entonces: la foto la saqué llegando a mi ciudad después de un breve viaje desde la capital, e iba al encuentro de mi mujer, cuando esa escena llamó mi atención pero tenía encima apenas mi celular con una calidad de toma bastante pobre,  sin embargo tuve que sacar la foto porque ahí estaba la escena más que tentadora.  Y el pobre hombre que atravesaba el encuadre y no entendía a qué podía estar yo sacándole una foto, y había dejado su auto estacionado ahí nomás y después volvería de la fiambrería que está enfrente, y yo seguiría rumbo a mi casa con las debidas consecuencias que eso tiene para el bienestar general del vecindario.  Los vecinos saben, ellos conocen mis viajes y mis cosas de sólo verme llegar.

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