martes, 15 de diciembre de 2020

Edificar

 


Apurado, vamos, que hay que terminar ese texto que llamado así, parece verdadero parece necesario.  Después de varios días de no escribir aquí, vuelvo con el interés enardecido y con más ganas de hacerlo, lo bueno de descansar a veces es que uno retoma con más ganas con más ímpetu y así las cosas renuevan su estado, se pone bueno como quien dice.  Estamos de acuerdo en que las cosas, uno mismo las favorece, es uno mismo quien hace que sucedan con toda su magia, con todo su encanto, muchas veces aquello que nos lastima precisamente parece dirigido secretamente por nosotros por un hilo conductor que sólo el titiritero que llevamos dentro, es capaz de dirigir.  Sepamos también que la noche trae consigo un milagro: el de renovar el aire que respiramos y eso es mucho.  Lo agradecemos poco me parece, somos ingratos con la noche, que es capaz de hacer esto y mucho más, que es capaz de someternos a la delicia del canto de los pájaros al amanecer, y que también nos sorprende con las luces aquietadas que cuentan historias de navegantes, de amores prohibidos, de mares ajenos agitados algunos y otros más tranquilos.  La vida se va pasando, y rápido.  Y ninguno de nosotros está preparado para esa velocidad abismal, asombrosa y negativa, digo que lo es porque nos enojamos habitualmente con esto, digo el paso del tiempo, que no nos deja vivir en paz, que nos hace pensar en la vejez, en la muerte y otras cosas horrorosas que harán que huyas corriendo de este texto, ¿para qué ponerse a pensar estas cosas, quién en su sano juicio sería capaz de sostener la lectura después de unos minutos, en un texto como este?  No hay motivo, ni razón, yo mismo sugiero que te alejes que busques otras lecturas, otros horizontes, tal vez el más sosegado y neutro horizonte nocturno ahí mismo en tu ciudad.  Volvé después, que estaremos esperándote aquí mismo, pero sabiendo ya que hay otras latitudes, que somos muchos los sufridos hacedores de estos artilugios que estamos ansiosos por reconocernos en tu mirada, saber que alguien leyó lo que dijimos, que no fuimos engañados por una industria que nos prometía el oro y el moro y que sólo quiso sacarnos los ojos, la sangre y la última gota de sudor a cambio de nada, de unas monedas que no alcanzan para pagar siquiera lo mínimo: un libro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Relatar, nada.

 Se dijo en la oficina que hacía calor y que había que prender el aire acondicionado, de todos modos estamos preparados para lo peor.  Hoy, ...