viernes, 19 de enero de 2018

La mirada de la mujer es siempre inquisidora e inquietante, pero los varoncitos nos la bancamos bastante bien casi siempre.  Los días que no lo hacemos tendemos a correr en la dirección opuesta, sabiendo que lo peor está por venir.  Y no volvemos nunca más.  Por más tentador que suene,  por más en bajada que sea el camino.  No volvemos.  Bueno, a veces volvemos.  Pero siempre tendremos que saltar la misma piedra no sea cosa que tropecemos torpemente otra vez.

Escribo y leo en Twitter y veo mucha actividad ahí y por alguna singular razón, la mayoría de las personas que leo son mujeres y veo fotos de mujeres hermosamente retratadas por el cine y otras también, tal vez más cercanas y amigas.  Pero siempre la voz femenina que intimida, subyuga, conmueve.

Será a mí nomás, tal vez, o quizás a otros más les suceda lo mismo.  Internet en general está alimentado por mujeres que lo llenan todo desde que se animaron con la tecnología, y eso empezó a suceder con las redes sociales, con Facebook a la cabeza y todo lo que vino después.  Aunque más atrás, Fotolog hacía lo suyo también.  Ellas se animan, mucho más que nosotros me parece.  Estamos ocupados en otras cuestiones más mundanas como conseguir dinero.  Bueno, también ellas lo están, hay mucha competencia en el mercado laboral con las chicas, son ellas quienes ocupan puestos de relevancia e importancia en todos lados.  Nosotros, a la par o subordinados.  Y felices, claramente.  Son emprendedoras, siempre atentas a lo que suceda y pueda faltar en casa.

La suerte quiso que hayan tres en mi vida.  Son ejemplares, quiero decir, mujeres fuertes, decididas y muy amorosas y tiernas.  Agradezco a Dios el hecho de vivir con ellas, de sumergirme en sus historias cada día y atender sus reclamos de la mejor manera que puedo.  Sigo adelante gracias a ellas y con ellas.  Son lo más bello y terrible a la vez que puede pasarle a uno en la vida. 

Creeme amigo.

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