El globo comenzó a elevarse (o la tierra a alejarse como prefieras) nosotros arriba temerosos, mirábamos la escena como si fuéramos espectadores hasta que el piloto apagó el impulsor y ahí si la quietud y el silencio y hasta un poquito de pánico por un instante al ver que estábamos guiados solamente por el capricho del viento.
Empezamos a disfrutar el paisaje, los dientes apretados, la vista clavada en la nada inmensa que también nos miraba de alguna manera, hinchadas las pelotas de nuestra irracional valentía.
No llevábamos paracaídas, solo un modesto librito de oraciones.
García Be.
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