miércoles, 3 de septiembre de 2014

Olvido

-Es imposible hacerlo aquí -le dije con firmeza.
-No dale, animate: hay lugar y estamos solos -contestó.
-Vamos, no quiero.  No aquí -insistí.

Caminamos unos metros y vimos un árbol derribado con algunas inscripciones de corazones y nombres de personas que decían amarse.  Era una invitación a recostarse y dejarse acariciar por la brisa de la tarde, de aquella tarde sombría en que nos vimos en una situación inequívoca de amantes, aunque todo indicara que era mucho más  peligroso.  Pero no íbamos a evitarlo, no teníamos la menor intención.  Además, sus besos comenzaron a mecerme y llevarme en la dirección contraria.  Contraria a todo lo conveniente y perfecta para nuestros cuerpos que empezaron a dejarse llevar.  Más tarde, en el cine, mientras la película se ponía aburrida,  nos besábamos recordando y acariciándonos, tiernamente al principio y apasionadamente después.   Solos, en el cine, teníamos espacio de sobra para pensar en nada y dejar que el calor nos embriagara.

Estamos juntos cada vez que podemos, en cada distracción de la gente, en cada circunstancia que sea propicia.  La adrenalina fluye en cada encuentro, tiene que ver con que sabemos que nuestra unión es incómoda para muchos.  Lo saben, no somos tontos, pero aún así no lo blanqueamos.  Estamos juntos a pesar del qué dirán y de las críticas más absurdas.

Cierta noche soñé con su padre, un hombre de salud delicada que actuaba como borracho en el sueño, que me suplicaba que hiciera algo mientras su entereza se derrumbaba frente a nosotros y dejaba ver una persona destruida por el paso del tiempo y las dificultades de la vida. Su voz era desconocida, parecía de ultratumba, su tez había empezado a cambiar hasta volverse color aceituna y sus piernas eran temblorosas y débiles. Estábamos asustados pero aún en esa situación sacaba fuerzas para rogarle que no abandonara, que se levantara, que siguiera adelante a pesar de todo. Nosotros queríamos que estuviera bien, que siguiera trabajando, luchando como le gustaba decir. Pero se lo veía realmente cansado y deprimido.
Hice lo que pude pero el hombre cayó muerto en medio de la sala, que a veces era la cocina, a veces el patio y hasta el restaurante cerca de casa, donde solíamos ir a comer algunos mediodías. Era un hombre valioso, se podía conversar con él. Su carrera de médico no había terminado, era consultor en algunos hospitales en temas de dirección y administración. El tipo tenía amigos y gente que lo apreciaba bastante.  Lo dejamos ahí, solo, es que teníamos otros asuntos que atender. Y además, era solo un sueño.

Me desperté lleno de temor, no era un sueño agradable.  Se trataba del padre de mi mujer, de mi amante.  ¿Por qué habría de desearle el mal?  ¿Por qué soñaba con él, acaso se trataba de uno premonitorio?  ¿Podía hacer algo?  No era lógico pensar que aquello tuviera algún tipo de asidero en la realidad.  Era solo un sueño, estúpido y fugaz como todos.  Y sí, había sido muy fuerte la sensación de ver caer una persona que imaginás duro como un toro, fuerte como un roble.  Pero se nos caía derrotado, y eso era desconsolador.

He resuelto algo: no insistir.  Fuma donde no debe, bebe cuando no debe, es completamente indisciplinada.  Pero aún así me encanta y quiero estar con ella esta noche así que tendré que hacer algunos arreglos.  Pasar por casa y dejar los platos limpios no sea cosa que me hagan un escándalo por eso.  Tal vez sea buena idea llevarla al cine otra vez, que hoy  proyectan una buena película, nacional pero buena.   Estaría encantado que después me recibiera en su casa,  me hiciera pasar y dejarme sentar en su sillón confortable, que me convidara un café sin ofrecérmelo y después un trago, un vodka estaría perfecto.  De ser posible que encienda la tele en algún partido de fútbol del viernes y lo vea conmigo sin hacer comentarios salvo que haya un gol o una jugada digna de nuestro mejor fútbol.  Después, hacerlo ahí mismo en el living, o tal vez ir a la habitación como otras veces y después a cenar.  Soy un vivo bárbaro me dirán los amigos del club y sí, claro que lo soy.  Las quiero todas, todas para mí.  Pero aquella que quiero conmigo ya no está, ni va a estar nunca.  De manera que puedo hacerlo con esta otra, puedo bromear con que su presencia va a reemplazar los ojos de aquella.

Qué tarado, cómo no empecé por ahí... lo que tenía que hacer era buscar la receta en el oculista.


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