viernes, 18 de octubre de 2013

Rebanada

Me rebané el dedo ayer, cortando papas en la cocina donde trabajo, un restó  que está de moda.  Llegué por consejo de un amigo que me aseguró que se trabaja bien, que hay respeto y buena paga.  Ahora, ando vendado.  Y ya me cuesta pensar en volver a trabajar en esto porque el tajo me dolió más que nada en el orgullo.  Se quedaron mirando, como que no creían, si yo tengo el título y todo del instituto de gastronomía.  ¿Es que no te enseñan a cortar papas sin rebanarte el dedo?  -casi me decían con la mirada.  Y no.  Casi  no te enseñan a cuidarte la integridad física y anímica. 

Si me pusiera a cocinar ahora, haría seguramente unas salchichas todas arrugadas y unos huevos poché, cualquier cosa poco inspirada.  Seguro.   Así de amargado termina el día.   El dedo me está ardiendo.  Me pusieron un líquido para desinfectar la zona y me quedó palpitando pero al menos paró la sangre.  Eso está bueno, que si no, todavía andaría rojo y peligrando.

Porqué será que uno se contagia de los mayores, y no siempre lo bueno.  Estaba el cocinero jefe al lado mío y yo lo miraba trabajar cuando le metí mano al filo ese.  En vez de papar moscas chusmeando, hubiera estado atento, no estaría contando este cuento.  Pero así son las cosas, uno aprende a medida que las heridas van apareciendo.  Uno cura las heridas en el camino del aprendizaje. 

Heridas y aprendizaje. 

Sangre y comida.

Lindo el restorán.

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