miércoles, 18 de abril de 2012

Quería vivir ahí

La mente tiene esas extrañas ideas que te complican la vida unas veces y otras que tal vez te sacan de apuros.  El caso es que mi amigo Verardi un día decidió quitarse la vida subiéndose a un edificio lindero al hospital psiquiátrico del barrio, para desde allí tirarse al suelo, eran unos cuatro o cinco pisos más o menos.  Digamos que las posibilidades de matarse eran cincuenta y cincuenta, quiero decir, uno ve la altura y dice sí, desde acá te matás pero en realidad no lo es tanto.  Hay posibilidades de quedar vivo y mal herido... y eso sería fatal.

Verardi quería hacerlo bien, pero el ahorcamiento le parecía espantoso, no había forma que se confundiera con un accidente.  Y armas no tenía, le producían un escalofrío de solo verlas.  En cambio la caída era diferente, uno puede hacer pensar que tropezó y se cayó.  De modo que no estaba en sus planes dejar carta alguna, simplemente quería suicidarse de manera segura incluso al punto de confundir a la policía, a los medios y al juez.  Eso le seducía. Confundir, despistar al juez aunque sea en aquel último acto inútil y cobarde de tirarse al vacío.  Como un tiro de gracia hacia la cordura de la gente que deposita en un modesto juez la razón de ser de su vida, la justicia en el mundo y en las relaciones.  Una atroz locura, una singular estupidez de la que él, por supuesto, estaba asqueado.

Pero muy por el contrario, subido al cuarto piso, Verardi vio el patio de aquel hospicio para enfermos mentales y sintió un extraño alivio en su mente, como si por fin hubiera encontrado la paz.  El quería vivir ahí.  Era su sueño.

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