martes, 6 de marzo de 2018

A la salida

Qué difícil puede ser concentrarse en la computadora para trabajar dejando conectadas las redes sociales.  Nadie aguanta un segundo sin revisar qué dicen esos mensajes, qué puede haber dicho alguien de uno mismo en las redes, o qué estará diciendo la chica de los sueños de pronto esa tarde hostil en que las cosas no avanzan en la computadora, los programas no salen como uno quiere y apuntan a una solución que a nadie importa.  El escenario parece una calamidad... y lo es.

En cuanto a los grupos que han aparecido naturalmente desde que tenemos WhatsApp, se ve que sin el advenimiento de la tecnología hubieran sido imposibles, es mucho más fácil, lo hace más llevadero y vovemos a ser unos niños de pronto en el jardín del colegio, en el patio de la escuela, o cantando en un acto. 

Desenvueltos, volvemos a mirar a la cara a las niñas que nos enamoraraon alguna vez caemos de nuevo en sus redes, estúpidamente enamorados.

Volvemos a casa felices de aquel reencuentro,  a revisar las fotos que seguramente algún compañero subió y nos reconocemos en ese teléfono, en esas imágenes como niños felices y encantados.  ¿Son nuestros compañeros o es la tecnología la que nos enamora?

Volvamos a encontrarnos utilizando los métodos que había en aquellos años.  Sería imposible, llamar a un teléfono fijo cada vez es menos frecuente y además no me imagino a gente por lo general muy ocupada armando listas ¡en papel! (el horror) para después confirmar los asistentes y eliminar a los que nunca van a ninguna reunión.

Futuro, nos vemos a la salida.

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