El chofer del camión se estremece después de atravesar la bajada del río, pensando hubiera sido malo quedarse atascado en el agua, como le ocurrió aquella vez que lo rescataron varios cientos de metros aguas abajo milagrosamente. Ahora mira la estampita de la Virgen, se persigna agradecido y sigue su camino recordando amablemente a su jefe, que le había dicho, ¡vamos, al camión, con todo y melones, que en el camino se acomoda la carga! Más adelante, un cartel declara la proximidad de su destino: 100 kilómetros de puro asfalto sinuoso y en subida. Sólo 100 kilómetros y volverá a ver a su familia.
Su hijo menor está dando las primeras batallas en la ruta. Ya se anima a manejar, con él al lado, pero algún día será su reemplazo natural. Va a heredarle todo su prestigio al mando del vehículo, quiere enseñarle todos los trucos y mostrarle todos los atajos, las ventajas y desventajas de este trabajo sucio a veces, y grato algunas otras, las menos.
En todo es respetuoso de la ruta, de las indicaciones del camino, de la autoridad. Tiene que atravesar un badén, y él frena para cuidar el camión. Tanto peso, si agarrás un pozo a más de 50 kilómetros por hora, hacés un desastre, lo amonesta. Entoces sigue su camino. Por suerte no viene el tren. Más adelante, un pozo. Lo esquiva velozmente, y más allá una subida leve con algunas curvas que siempre son un peligro, piensa. Recuerda aquella vez que una tropilla apareció de repente y tuvo que frenar con todo su cuerpo y los que iban con él terminaron heridos en la cabeza del frentazo que se dieron contra el parabrisas.
En la última curva siente pena. Los años están pasando tan rápido que a veces no tiene tiempo para pasarlo en familia, jugar con sus hijos, arreglar el jardín de casa y limpiar su territorio en el taller de reparaciones que tiene montado en el patio trasero. Todas las mañanas sale sin perder un solo minuto y vuelve cansado a la noche, salvo algunos días cuando le toca viajar a otras ciudades y quedarse y hacer noche por ahí, en lugares de mala muerte, porque ahí la bronca es mayor.
García Be
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