Todo software tiene una historia, pero no todas las historias de software comienzan con un plan claro. Algunas surgen en medio de la incertidumbre, sin un objetivo del todo definido, avanzando a tientas, buscando su rumbo. Así nació este proyecto: sin un destino claro, pero con la certeza de que debía existir.
Al principio, la pregunta era siempre la misma: ¿hacia dónde debería ir esto? No había respuestas definitivas, solo un proceso de prueba y error, de ideas que parecían buenas hasta que dejaban de serlo, de soluciones improvisadas que con el tiempo demostraban su valor. Y en ese andar incierto, sin saberlo, se estaba aplicando una de las ideas más poderosas del desarrollo de software moderno: el agilismo.
Años después, cuando Alistair Cockburn presentó en Mendoza su visión sobre el agilismo, quedó claro que este método no es solo una estrategia consciente, sino también una forma natural de crear. Construir sin tener todos los datos de antemano. Permitir que la propia necesidad del proyecto vaya tirando de la cuerda, en lugar de esperar a que todo esté perfectamente planeado antes de empezar.
Muchos proyectos nacen bajo un aura de contradicciones y dudas. Pero el secreto no está en resolver todas esas dudas antes de dar el primer paso, sino en avanzar a pesar de ellas. No dudes. Ve hacia adelante.
Quien construye algo con verdadera determinación lo hace a cualquier costo. Desafía obstáculos, aprende en el camino y encuentra maneras de seguir adelante cuando todo parece indicar lo contrario. No espera el momento perfecto, porque sabe que nunca llegará. Y en esa constancia, tarde o temprano, hay una recompensa. No siempre es el reconocimiento externo, ni siquiera el éxito comercial. A veces, la mayor satisfacción es poder mirarse al espejo y ver a alguien que defendió, cuidó y valoró una idea a lo largo del tiempo. Un año, dos… o toda una vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario