Es bastante pobre la organización de este hotel, lo digo porque nos van a rajar pronto, en cuanto se den cuenta que nos instalamos y no estamos pensando pagar la cuenta, pero nos dejaron entrar y aquí estamos, tirados panza arriba en la cama, los dos abrazados y llenos de ilusiones en este viaje a Tailandia.
Dicen que van a cerrar las playas por los daños que hacen los turistas, pero nosotros -que no nos importa demasiado-, tiramos unas colillas de cigarrillos recién por la ventana del sexto piso y cayeron en el toldo de una verdulería, porque aquí también las hay aunque parezca mentira.
Riendo, despertamos a los vecinos que salieron al balcón y nos miraban extrañados casi pidiendo silencio con el gesto severo así que en cuanto pudimos nos levantamos de la siesta y nos retiramos a comer al restó que por cierto lo recomiendo: tiene todo tipo de comidas exóticas que jamás vimos en nuestro San Rafael. Estamos encantados. Ojalá vuelvan a abrir las playas porque queremos refrescarnos un rato, es un calor bastante agobiante.
Este hotelucho no debe pagar ni la luz o el gas. Lo único bueno es el restó que está acá cerca de nuestra habitación, a la vuelta. Nosotros, re locos estamos, nos metimos acá que es más caro pero somos caraduras, los dos. No nos importa y nos vamos a escapar del restó sin pagar ¡obvio! Cuánto nos durará la peripecia, no sabemos, pero ¿quién nos quita lo bailado?
Bueno, la policía. Ahí viene.
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