Se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero que habían instalado detrás de la puerta. Se sentó un momento en la silla del living y apoyó el codo en la mesa, pensativo, observando la calle a través de la ventana. ¡Qué hice! Se preguntaba. ¡Qué hice!
Un fuerte golpe. Más de cien mil pesos robados a gente que seguramente no los necesita. El sentimiento de culpa estaba presente, para recordarle que otras veces había actuado igual, desobedeciendo las costumbres familiares, los mandatos sociales y la seguridad impuesta por su conducta intachable. Tenía ese socio bastante hábil para atar personas en situación de robo, bastante hábil para planear hechos delictivos, y llevarlo a él por el camino del delito, convirtiéndolo en el malo de la película, en el personaje que nunca en su vida había sido un héroe para el. De chico veía las películas del lejano oeste y se encariñaba con los buenos, jamás con los malos. Había leído que ciertas personas tenían preferencia por los otros, por los que acuchillaban, mataban con revólveres o simplemente traicionaban a su mejor amigo.
El consideraba la situación, veía que por lo menos los próximos cuatro años no debería trabajar. Así, un cálculo rápido le daba esa cifra. Cuatro años. Lo mínimo indispensable de una vida silenciosa, tranquila, de bajo perfil, que tranquilamente podía pasar desapercibida en el pueblo. Mudarse no era una alternativa a considerar siquiera. ¿Para qué levantar sospechas? ¿Para qué agitar las aguas, si podía armarse de paciencia y tolerar a la idiota de la vecina que le daba alimentos a su perro, y el no podía decirle nada, y regaba todas las mañanas a la misma hora y como quien no quiere la cosa, regaba también sus plantas, lo cual estaba bueno pero le sonaba a invasión, a falta de límites, a meterse en la vida de los demás.
Sus pasos habían sido los adecuados. Robar esa cifra, esa cantidad de dinero exagerada, no estaba en sus planes, pero ¡qué va! ¡quién iba a imaginarse que los tipos esos tendrían tanto en la caja fuerte! ¡Y que iban a estar dispuestos a entregárselo sin chistar, sin hacer ningún movimiento sospechoso que lo impulsara a lastimarlos y complicarse la vida! Por supuesto, su amigo se encargó de casi todo. Él sólo tuvo que vigilar con el arma empuñada y lista, una de las ventanas que daba a la calle. Digamos, había cumplido su función de campana a la perfección. Estaba seguro que nadie los había visto. Habían vigilado de cerca los movimientos del dueño y se habían memorizado todos los rincones del lugar en sus visitas inocentes cada mañana. Iban, preguntaban una estupidez y miraban alrededor buscando cámaras de seguridad, vigilantes ocultos, vidrios espejados que pudieran figurar un espía interior, todo eso. Los riesgos son riesgos, se habían dicho esa mañana que decidieron finalmente planear el robo. Estaban tranquilos, solos, nadie más los acompañaba ni sabía que iban a alzarse con un botín semejante. Sus familiares habían viajado y a otros les habían mentido acerca de un trabajo urgente que les había salido en San Luis, donde pasarían la temporada de invierno y quizás entrada la primavera. Durante el tiempo que permanecieron en la ciudad, se pasaron los días encerrados planeando todo, y sólo salían para ir de compras a un almacen retirado de ahí, de modo de no despertar sospechas, ni hacerse ver. Las visitas al local donde hicieron el atraco las habían hecho antes. Se habían tomado un tiempo más que prudencial para hacer bocetos, controlar movimientos y hacer preguntas a los vecinos que, desprevenidos, respondían con entusiasmo sin advertir que aquellos tipos estaban armando un plan para robar ahí.
Después, viajaron a Las Leñas. Con todo el dinero en las valijas, se tomaron un taxi y huyeron hacia el centro de esquí. Era un buen lugar para esconderse. Nadie pensaría que podían ocultarse tan cerca. Tan cerca y tan lejos. -Estos lugares selectos y elitistas normalmente son de difícil acceso para la policía y los investigadores y además están llenos de chorros -bromeaban ellos- y nadie nos buscará ahí. -Además, podremos tomar clases por fin, y usar los medios de elevación, va a ponerse bueno -fantaseaban al borde del éxtasis.
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