miércoles, 20 de julio de 2011

Rufino lanzado (XVII)

Rufino escuchaba de la habitación contigua algunas voces y carcajadas, subidas de tono.  También la música fuerte y las voces lo llevaban de paseo por la ciudad alimentando su imaginación con toda clase de imágenes y sabores que todavía le eran desconocidos.  Seguía firme en su determinación de aprender computación en la gran ciudad pero llegó y se fue desayunando de un montón de cosas que ni siquiera hubiera sospechado en el más remoto de sus sueños.  De eso estaban hechos sus días.  Todos.

Aprendizaje, recorridas por las calles del centro, los ojos dilatados  y entusiasmados siempre.  Había que ver su desconcierto a cada paso.  Todo llamaba su atención, se dispersaba en cada paso que daba... Siempre había algo más interesante para ver o para hacer.  ¿Leer diarios como antes lo hacían sus padres, sentados en casa tomando unos mates?  No.  Imposible.  Ahora todo corría a la velocidad de la luz, las noticias, los chismes, las eufóricas jugadas de cualquier deporte eran analizadas y pasadas al olvido en un santiamén.  El mundo había cambiado y su mundo, dentro del otro más grande todavía había cambiando más.

Quería ver una película en el cine.  Se detuvo a ver la cartelera y había entre todas las ofertas una que llamó su atención particularmente.  Ciencia ficción -decía el afiche-, y él sin entender demasiado lo que significaba se sumergió en el cine de pronto.  La oscuridad lo envolvió nuevamente, como cuando en su pueblo salía a alimentar los perros en la noche cerrada y se oía tal vez un aullido o un lechuzo en la noche tenebrosa.

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