martes, 26 de enero de 2010

Navegar

Llegué a la orilla nadando. El naufragio del bote en plena tormenta fue horrible, por suerte mi amigo y yo estamos a salvo. Él, con su sunga amarilla desafía todas las miradas, quien quiera ver que vea, dice.

Los dos estuvimos aterrados por espacio de dos horas interminables. Nos ayudamos a salir, inventamos un salvavidas con lo que pudimos encontrar en el agua, con los restos del bote hundiéndose inexorablemente.

Escapamos de la tormenta por milagro. Caían rayos por todos lados, fue espantoso. A ver si la próxima vez prestamos atención a los pronósticos de la gente del lugar. Muchos nos aconsejaron quedarnos en casa esa tarde, muchos previeron el desastre, muchos quisieron advertirnos pero nosotros queríamos estrenar el botecito a toda costa.


García Be

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